El río nos une

El Río Ayuquila: una arteria de vida que pasa por la Reserva de la Biósfera Sierra de Manantlán. Foto: David Escandón

El río nos une

 

Junta Intermunicipal de Medio Ambiente para la Gestión Integral de la Cuenca Baja del Río Ayuquila (JIRA)

 

 

Producción: Violeta Meléndez y Manfred Meiners

Junio 20, 2019

 

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Lectura de 19 minutos 

 

 AGUA  CONSERVACIÓN

 JALISCO   COLIMA

“El cielo era todavía azul. Había pocas nubes. El río llenó su agua de colores luminosos.
Lleno de árboles y hojas, como una alcancía donde hemos guardado nuestros recuerdos.
Allí donde el aire cambia de color las cosas;
donde se ventila la vida como si fuera un murmullo;
como si fuera un puro murmullo de la vida…”

 

Juan Rulfo

 

Resolver problemas ambientales tan sensibles y apremiantes como la contaminación de un río vital para distintas comunidades suele ser motivo de enfrentamiento entre sociedad y gobierno, por la gran cantidad de actividades que inciden en el deterioro del sistema hídrico y que además no respetan límites municipales o estatales. Pero no todas son historias de fracaso. Al sur de Jalisco, diez municipios y un grupo de profesionistas entusiastas han creado una organización que trasciende los breves periodos de gobierno local y las fronteras impuestas por el humano que dificultan resolver este tipo de conflictos. Se unieron bajo la lógica de la naturaleza, de la cuenca baja del Río Ayuquila, un territorio lleno de vida que, a pesar de enfrentar nuevas amenazas, ya tiene una ruta para enfrentarlas.

Un legado verde del llano en llamas

 

Una muralla montañosa que se extiende a lo largo de cuarenta kilómetros y pareciera elevarse de golpe dos mil 500 metros es el rostro oriente de la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán, que rinde honor a su nombre: Cerro Grande, en el límite entre Colima y Jalisco. Ese majestuoso paisaje forma parte de la región que Juan Rulfo denominó ‘El llano en llamas’.

 

Frente a esa cortina geológica poblada de pino-encino y bosque mesófilo está Loma de Perempitz, un pequeño pueblo de Zapotitlán de Vadillo, en el Sur de Jalisco, que contrasta con Cerro Grande por su suelo amarillento, árido y su vegetación espinosa. Ahí nos encontramos con Amparo y su tío Ceferino, dos apasionados de la naturaleza y conocedores de la enorme cantidad de alimentos y bebidas que les proveen los cactus, los agaves y la gran variedad de árboles adaptados a la sequía de la región.

 

Entre ese abanico de plantas está la pitahaya, una cactácea con hábitos de planta trepadora y que da paradisíacos frutos del tamaño de un puño, color fucsia brillante y escamas de punta verde que Amparo decidió producir. Organizó a siete familiares, todas mujeres, y se aventaron con la idea de que el próximo año puedan empezar a cosechar para vender en Ciudad Guzmán o Colima, ambos a una hora de ahí. Podrían obtener hasta sesenta pesos por cada pieza de ese escaso manjar.

Don Ceferino y Amparo mostrándonos las flores de la pitahaya que pronto se convertirán en fruto. Foto: Manfred Meiners

Entre todas se encargaron de comprar los ejemplares, plantarlos en el terreno de Ceferino y cuidar su desarrollo. La iniciativa y el trabajo fue de ellas, pero todavía faltaba algo: recursos suficientes para equipar el campo y asegurar la supervivencia del cultivo. Amparo sabía que haciendo un esfuerzo entre todas quizá podrían conseguirlos, pero también tenía conocimiento de apoyos a pequeños productores por parte de instituciones sociales e incluso de gobierno, así que no dudó en movilizarse para encontrar alguno. Buscó a Óscar Ponce, director de una organización muy cercana a los pobladores en la región, y preguntó por la posibilidad de recibir respaldo económico para adecuar debidamente su cultivo de pitahaya. En cuestión de días obtuvo un sí y en algunas semanas comenzó a recibir el apoyo en especie, que consistió en postes para apoyar los flexibles tallos de sus cactáceas y un sistema de captación de agua de lluvia para riego; todo esto en coordinación con la Dirección de la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán. Ahora sí, estaba completo su proyecto.

 

A través de ese tipo de apoyos en especie y de acompañamiento técnico, este organismo ha podido tejer una sólida base social que ya le alcanzó para revertir buena parte de la contaminación de su principal cauce, el Río Ayuquila, de 321 kilómetros de longitud. En Perempitz como en otras pequeñas localidades a esta organización la conocen como la JIRA pues el nombre institucional es particularmente largo: Junta Intermunicipal de Medio Ambiente para la Gestión Integral de la Cuenca Baja del Río Ayuquila, o lo que es igual, ese grupo de personas comprometidas como Samuel o David que visitan a los productores en el campo y están siempre dispuestos a revisar cómo van sus cultivos, qué les falta y cómo les pueden ayudar. Independientemente de que es su trabajo, la gente de la JIRA construye lazos de amistad con los campesinos y es recibida en sus casas como si se tratara de un primo o un tío cercano. Se abrazan, hablan de sus cultivos, bromean, mientras los técnicos toman nota de lo que sus visitados necesitan.

 

Pero la JIRA no se creó como un gestor o facilitador de apoyos al campo, eso vino después. De hecho, este organismo público descentralizado (OPD) tiene su origen en una severa crisis ambiental y en varios intentos fallidos por resolverla.

Un grupo de monjitas (Himantopus mexicanus) utiliza como hábitat los ecosistemas del Río Ayuquila. Foto: Jorge Amador González Pelayo

El desastre, una oportunidad

 

La JIRA no se originó en un contexto amable, sino por un desastre ambiental que marcó la memoria colectiva en la región. No hay titubeos cuando se le pregunta a quienes han formado parte de la organización cuál fue el detonante para crearla: el derrame de alrededor de cien toneladas de melaza al río desde los tanques del ingenio azucarero Melchor Ocampo, en El Grullo, es la respuesta invariable.

 

Ese hallazgo en 1998 que se antojaba desastroso para la vida del ecosistema, porque súbitamente causó una mortandad impresionante de peces que llegó hasta Colima y encendió las alarmas de la población cuenca abajo, fue el inicio de su recuperación a largo plazo.

 

Luis Manuel Martínez lo recuerda bien. Este científico de la Universidad de Guadalajara (UdeG) tiene claro que el referido derrame ni de lejos fue el único impacto ambiental del ingenio. De hecho, cíclica y deliberadamente contaminaba. Una vez por año, los azucareros acostumbraban lavar su maquinaria con sosa cáustica y, al terminar, la descargaban al río. ¿El resultado? Una obligatoria mortandad de peces que no solo enfurecía a pescadores y pobladores a lo largo de la cuenca del Río Ayuquila, sino que causaba efectos negativos en la fauna silvestre, que, en silencio y de a poco, iba apagándose.

El Dr. Luis Manuel Martínez Manuel sostiene una foto con peces muertos en un afluente del Ayuquila. Al fondo el ingenio azucarero Melchor Ocampo en el Grullo responsable de aquella contingencia en 1998. Foto: Manfred Meiners

Ahí habitaba la nutria. Este carismático mamífero que la gente de la región conoce como perro de agua era casi como una leyenda: se hablaba de él, pero nadie lo veía. La contaminación del agua con sosa que contaminaba el agua y mataba peces, también estaba acabando con la nutria. Investigaciones de biólogos de la UdeG tenían escasos registros de nutrias en el valle aguas abajo del ingenio. En el año 2000, llegaron a contabilizar en promedio solo tres individuos cada veinte kilómetros a lo largo del río. Una cifra de alarma. Una luz roja palpitante.

 

Otro de los motivos para unirse y salvar al río fue la polución, pero dentro de la Sierra de Manantlán. Las comunidades indígenas que pueblan esta Reserva de la Biosfera, ‘fábrica de agua’ para Jalisco y Colima, no concebían la idea de que siendo un área natural protegida no estuviera blindada contra la mortandad de peces por la contaminación. Les parecía absurdo.

 

Las quejas se fueron sobre Sergio Graf, en ese entonces director del área natural protegida. Su oficina se convirtió en una ventanilla de quejas porque era la persona más cercana a una autoridad que tenían las comunidades de la Sierra para espetarle los conflictos ambientales. Recibió acalorados reclamos y hasta un paquete de peces muertos del río. Le tocaba apurarse para hacer llegar las demandas ciudadanas a su debido lugar y presionar a los gobiernos para que la voz de las personas, afectadas por lo que estaba pasando con el río, fuera escuchada.

 

La gente identificaba como principal problema social, económico, ambiental a la contaminación del río Ayuquila (…) lo que vimos es que la contaminación no la podías resolver dentro de la reserva, estaba generada por actores fuera del área protegida y eso requería colaboración”, recuerda Sergio Graf.

 

Tenía fresca la experiencia de un grupo de municipios de Francia que tejieron una red de colaboración para resolver sus problemas comunes, y pensó que podía replicarse el mismo modelo en el Sur de Jalisco. Así que lo presentó ante compañeros y autoridades y, ahí, después de emergencias ambientales y hartazgo social, se fincó la primera piedra de lo que hoy es JIRA.

El río Ayuquila alberga una gran diversidad de aves. Cuenta con cuatro diferentes especies conocidas comúnmente como martín pescador, que se alimentan principalmente de peces. Esta especie en la rama se trata del martín pescador de collar (Megaceryle torquata) que llega a medir 41 cm. El logotipo de la JIRA se trata del martín pescador norteño (Megaceryle alcyon) Foto: Jorge Amador González Pelayo

Suma de voluntades

 

Julia Carabias todavía era la primera secretaria de Medio Ambiente federal y, por orden suya, se echó a andar una comisión de cuenca para atender el problema del río Ayuquila. Fue una noticia que dio esperanza a la región y, aunque era el primer intento de trabajar de manera integral la Cuenca Ayuquila-Armería, se trató de una mesa donde los alcaldes involucrados no tenían voz ni voto. Es decir, no incluyó a muchos de los actores principales en la cuenca, además de que se convirtió en un espacio enfocado principalmente en conciliar la distribución de agua a los distritos de riego entre los estados de Jalisco y Colima, mas no en solucionar los problemas ambientales. Pero siguieron insistiendo.

 

Después, con Sergio Graf en la Reserva Sierra de Manantlán y Eduardo Santana como representante de la UdeG, los alcaldes firmaron en 2001 un acuerdo de colaboración exclusivo para atender de forma conjunta la contaminación del río y ahí surgió el antecesor de la JIRA. Se denominó Iniciativa Intermunicipal para la Gestión Integral de la Cuenca Baja del Río Ayuquila, y les dio más voz y oportunidad para avanzar hacia el esperado saneamiento.

 

Ahora sí, los presidentes de El Grullo, Autlán de Navarro, Unión de Tula, Tuxcacuesco, Tonaya, Zapotitlán de Vadillo, El Limón y Tolimán tenían lo que necesitaban para empezar a atender las urgencias de la cuenca. Hasta ahora todos sumaban voluntades a excepción de un actor clave: el ingenio Melchor Ocampo, que hasta ese momento había mostrado resistencia a abrirse. Contra los pronósticos de los integrantes de la iniciativa, consiguieron dialogar con sus representantes y les mostraron que sus malas prácticas eran la causa de la mortandad anual de peces, que además afectaba a quienes vivían en los alrededores, sus propios empleados, su fuerza de trabajo.

 

El ingenio estaba muy cerrado, solo se abría un poco a la universidad, pero era todo, finalmente abrió sus puertas, permitió que los estudiara un grupo de cubanos expertos en ingenios que vinieron de intercambio a hacer recomendaciones de eficiencia en el uso del agua y el ingenio lo tomó a bien, empezó a haber algunas mejoras y Sergio no dejó de trabajar con los municipios”, recuerda Arturo Pizano, exdirector de la organización.

 

El ingenio metió freno a sus hábitos nocivos de años y la vida del cauce tuvo un florecimiento paulatino, en constante ascenso, que motivó muchísimo a los alcaldes, a los investigadores de la UdeG y a los pobladores. Al fin veían resultados reflejados en su querido río. La iniciativa de asociación estaba funcionando.

La Cuenca del Río Ayuquila-Armería es un territorio que comprende 9,803 Km2 de extensión en los estados de Jalisco y Colima. Cuenta además con Áreas Naturales Protegidas que albergan una extraordinaria biodiversidad de importancia global. Mapa: Cuenca Ayuquila-Armería y Áreas Naturales Protegidas, elaborado por JIRA.

El poder de la unión

 

El efecto positivo era notorio: había voluntad política entre alcaldes de diferentes partidos, existía el apoyo de especialistas y de la gente en los ocho municipios para seguir mejorando prácticas diarias que estaban repercutiendo en el agua, así que los investigadores Eduardo Santana y Luis Manuel Martínez no querían dejar pasar la motivación y dieron el siguiente paso. Consiguieron recursos del extranjero para llevar a los ocho alcaldes a Wisconsin, Estados Unidos, y a Ontario, Canadá, a que vieran modelos exitosos de colaboración intermunicipal y aprendieran a gestionar el territorio de la cuenca en equipo.

 

Siempre dijimos ‘no venimos a copiar, venimos a conocer cómo enfrentan sus problemas’. Me viene a la mente la cita del maestro Efraín Hernández Xolocoztli ‘ni ellos son tan chingones ni nosotros tan pendejos’. En muchos casos los proyectos que ellos tienen y que funcionan surgieron de crisis. En Canadá se rompió un tanque de residuos de puerco y se murieron como 15 personas que cauce abajo tomaron agua. Partiendo de estas crisis mejoraron”, recuerda Eduardo Santana sobre esos intensivos viajes de trabajo.

 

Regresaron del extranjero y no solo se disparó la motivación de los alcaldes para sanear el río, sino también se estrecharon los lazos de amistad entre aquellos que estaban trabajando para lograrlo. Eso facilitó los acuerdos. Fue hasta octubre de 2007 cuando su iniciativa de cooperación evolucionó a lo que hoy es la JIRA, ya constituido como Organismo Público Descentralizado, con los derechos y obligaciones a los que se hace acreedor con ese andamiaje administrativo. Ya como JIRA se sumaron dos municipios más, San Gabriel y Ejutla, que siguieron con la inercia de mejorar prácticas productivas para sanear el Ayuquila.

 

A esas alturas el ingenio ya había dejado de ser el principal problema, pero ahí no terminó todo: la deforestación en los límites del cauce, las descargas de granjas y el vertido de aguas negras de los municipios siguieron en la lista de los retos a controlar, y para eso la JIRA se armó de programas de educación ambiental y apoyo a proyectos productivos, como el de Amparo en Perempitz, para hacer un cambio de hábitos positivo.

Durante semana santa el equipo de la JIRA organiza año con año ferias ambientales en las localidades del Corcovado y Paso Real donde han alcanzado un considerable número de visitantes: 1,400 y 16,000, respectivamente, en un ambiente familiar. Foto: David Escandón

La educación, ruta clave

 

Salvador García es un profesor nato. Cuando habla de la naturaleza se le ilumina el rostro y se muestra ávido en transmitir todo lo que sabe no solo con palabras, con historias que tiene por montones, sino mostrando su jardín de plantas medicinales que cultiva con sus alumnos. Ahí todo es reciclado, no hay desperdicios.

 

Se ha consagrado como un extraordinario educador ambiental por la calidad de sus charlas y la enorme empatía que tiene por quien está enfrente, pero también porque sabe predicar con el ejemplo. En su casa no genera residuos, al contrario, produce composta, cultiva plantas medicinales, cosecha sus propios vegetales y así conjuga en su jardín alimento y medicina. No tiene reparo en compartir ningún detalle para que todos lo repliquen. Es su mayor satisfacción.

 

Desde 1992 a la fecha, Salvador ha compuesto más de setenta canciones y emprendido una infinidad de talleres, jornadas de limpieza, fomentado el arte con materiales de reuso, hecho divulgación en la radio y una gran cantidad de funciones más en los municipios de la JIRA, que ayudaron a que otros municipios como El Grullo tengan una alta cultura de la separación de residuos hasta en noventa por ciento de las casas, lo que no ocurre en ningún otro municipio de Jalisco. Un avance verdaderamente revelador.

El Dr. Salvador García Ruvalcaba en el espacio que con la ayuda de estudiantes hizo un jardín lleno de vida. Foto: Manfred Meiners

El trabajo honesto significa que tienes un conocimiento y que vas a hablar con la verdad, pero hoy día no es suficiente hablar, es necesario dar testimonio, ser congruente y coherente y la otra parte es, en educación ambiental, traducir el conocimiento científico en un lenguaje sencillo para poder explicar un proceso natural o social, en un lenguaje dinámico, participativo. Es lo que yo he aprendido”, rodeado de un jardín de plantas medicinales que sus alumnos y él plantaron en Autlán, Salvador sonríe al hablar de lo que le apasiona.

La coa (Trogon elegans), que despliega los colores de la bandera mexicana, fue una de las especies emblemáticas en la campaña de educación que diseñó Salvador y que ha sido considerada como una de las más exitosas a nivel Latinoamérica y es un frecuente caso de estudio. Foto: Jorge Amador González Pelayo

La puesta en marcha de este tipo de prácticas sociales tuvo un impacto en los hábitos de las personas, de acercamiento entre vecinos y de apropiación de proyectos que emprende la JIRA relacionados con la calidad del agua. Sin embargo, también le ha traído problemas.

El martín pescador visita a las escuelas y de manera lúdica transmite mensajes que sensibilizan sobre la importancia de cuidar el agua y el medio ambiente. Foto: Salvador García Ruvalcaba

“La concientización de Salvador hizo que las comunidades supieran lo que pasaban las poblaciones ribereñas y abrieran los ojos. Pero lo amenazaron de muerte, le dijeron ‘vas a amanecer muerto en un arroyo’, fue el relato de Eduardo Santana sobre los alcances de la labor del profesor en la región. Pese a aquellas amenazas iniciales Salvador camina por las calles de Autlán, siempre alegre y de buen humor, hacia  la estación de radio donde comparte reflexiones ambientales. Saluda amablemente a todos quienes lo abordan entusiastas como ‘¡profe!’. El cariño ganado se nota cada que dobla una esquina en las calles de esa ciudad.

 

Un camino con frutos cosechados

 

A doce años de distancia, la JIRA consiguió que los diez municipios afianzaran una agenda medioambiental compartida y permanente, independientemente del partido que gobierne o de que los alcaldes sean reelegidos o no. JIRA los organiza y traza metas como la publicación de un programa de ordenamiento territorial, actividades productivas sustentables con enfoque agroforestal, y la ejecución de planes municipales de educación para la sustentabilidad con metas e indicadores alcanzables, sin descuidar la unión intermunicipal en el manejo del territorio.

Enfocarse en recuperar la biodiversidad ha sido otro de los grandes aciertos de la JIRA. Cuando años atrás la nutria en el río iba en declive, en 2008 Angélica Jiménez se dedicó a investigar si se había recuperado con los avances en el saneamiento de su hábitat y se llevó una grata sorpresa: ahora había hasta cinco nutrias cada veinte kilómetros. Prácticamente se duplicaron los registros. El importante hallazgo lo describió como una forma tangible de medir la recuperación de la calidad del agua.

La nutria de río neotropical (Lontra longicaudis), una especie indicadora de la calidad del agua, está presente en la cuenca y su población parece estar recuperándose. Foto: José Cruz Gómez Llamas

El cambio y la sensibilización de las mismas comunidades y las políticas de conservación que se implementaron lograron que el río volviera a tener vida”, reflexiona. Ahora la nutria, una diversidad de peces, y de aves entre las que hay algunas especies de martín pescador encuentran en el río Ayuquila un hábitat más estable para desarrollarse, para reproducirse; algo que es disfrutado por los pobladores.

 

Pero la JIRA debe seguir trabajando pues no todo está resuelto. Al día de hoy, las aguas negras y las actividades productivas no sustentables son el principal problema del cauce: Oscar Ponce, actual director de la Junta, nos contó que la mayoría de los municipios no tratan sus aguas y así son vertidas al río. Su frente de trabajo al respecto es una estrategia para habilitar sistemas de saneamiento asequibles como los humedales artificiales, que necesitan poco mantenimiento y son de bajo costo. Además, con la puesta en marcha de un programa de monitoreo ciudadano de calidad del agua, prepara un portal web para que los resultados de cada zona sean públicos, y está por concretar un plan de contingencias en caso de que se registre otra situación como el derrame de melaza de 1998.

 

Nada de lo que se está haciendo en el río para continuar su saneamiento es aislado. Las comunidades cercanas al cauce participan activamente con acciones cotidianas como la separación de los residuos, hasta otras sumamente técnicas como la medición de la calidad del agua. Comentó Óscar que, dentro del programa de monitoreo ciudadano, varios grupos de jóvenes, hombres y mujeres equipados y capacitados con reactivos miden distintos parámetros del agua, llevan sus propios registros y después los entregan a la JIRA para armar una base de datos duros aportados en colectividad; son la base para tomar decisiones en el camino de sanear el cauce.

Varios grupos ciudadanos y voluntarios realiza periódicamente el monitoreo de la calidad de agua en distintos puntos del Río Ayuquila. Foto: David Escandón

Como una estrategia que permite continuidad, unión, coordinación, acompañamiento, capacidad técnica, armadura contra la corrupción y escudo ante robo de recursos, es la forma en que describen a la JIRA ciudadanos, académicos y ex presidentes de este OPD que de una u otra forma han participado en crearlo y fortalecerlo. El camino para sortear las amenazas contra el río es largo, pero en la cuenca del Ayuquila existe una estructura social para diseñar la solución a los conflictos actuales, y todos, sin excepción, están dispuestos a seguir trabajando en equipo, como hasta ahora ha sido la forma en que obtuvieron resultados.

De izquierda a derecha: Hugo Villaseñor, Miriam Silva, Eloy Carranza, Adriana Cevallos, Oscar Ponce, Luci Ramírez, David Escandón, Rosalía Pelayo, Eduardo Guerrero, Dalila Castañeda y Samuel García, conforman el comprometido y sólido equipo de la JIRA. Foto: Manfred Meiners

La JIRA se erigió ya como el caso de éxito de una cuenca que logró convertir una crisis hídrica en un modelo de gobernanza ambiental replicado 7 veces en el estado de Jalisco, además ha sido objeto de estudio a nivel nacional por la trascendencia del engranaje social que logró consolidar. Ha recibido varios reconocimientos por sus notables avances en el saneamiento del río y su forma de trabajo, arropado por un fuerte componente comunitario, gubernamental, científico y de la iniciativa privada que pocos han conseguido en proyectos de largo plazo. Todo ello fue posible gracias al trabajo de mujeres y hombres que han puesto el hombro por convicción. Por un entorno mejor.


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Violeta Meléndez es periodista especializada en temas ambientales. Le apasionan la naturaleza y las ciencias biológicas. Cubre temas ambientales y sobre ciudad en Noticias en Tiempo Real – NTR. Recientemente el congreso de Jalisco le otorgó el Mérito Ambiental Comunicación y Reportaje.

Manfred Meiners ha impulsado diversos proyectos de divulgación usando la fotografía como herramienta. En 2013 recibió el Premio al Mérito Ecológico en la categoría de comunicación ambiental por el gobierno de México. Cree en el poder de las imágenes para conectar a las personas más allá de las palabras.