El derecho al movimiento
De la serie Migración. Fotografía: ©José Hernández-Claire
México es tanto país de origen como de paso en la migración a Estados Unidos. A principios de este milenio la situación sociopolítica en Centroamérica se volcó contra los pueblos y el flujo de personas que buscaban una nueva vida en el norte se intensificó. En México, la llamada Guerra contra las drogas dispersó las rutas, volviendo las vías del Occidente una de las menos peligrosas. Desde entonces se escribe en Guadalajara la historia de FM4 Paso Libre, Dignidad y Justicia en el Camino A.C., parte de una red de personas defensoras de derechos humanos que pone a las personas al centro sin importar las fronteras.
Una persona pide apoyo para continuar su camino, imagen frecuente en algunas calles de Guadalajara cercanas a las vías del tren. Foto: Manfred Meiners
Ningún ser humano es ilegal
Tierra, viento, flujo, familia. Los elementos del mural principal del Centro de Atención al Migrante (CAM) de FM4 Paso Libre, ubicado a menos de cien metros de las vías de tren que atraviesan la ciudad de Guadalajara y conectan el Occidente del país con el sur, son compartidos por la mayoría de las personas que llegan soñando con un nuevo inicio. Ellas encuentran en este espacio algo difícil de hallar en instituciones de cualquier gobierno del continente: un lugar digno y seguro donde migrar se reconozca como una condición humana.
La atención que se brinda a las familias en el CAM cuenta también con actividades para niñas y niños. Foto: Manfred Meiners
Fernando Valencia, Cristóbal Camarena y otras personas preocupadas por la situación en el país decidieron actuar en su ciudad. “Necesitamos saber qué está pasando aquí. Vamos a las vías”, fue la conclusión a la que llegaron en sus primeras reuniones. El grupo había estado en un voluntariado que les llenó de inspiración: el albergue para personas migrantes que recientemente había abierto, con sus propios medios, el padre Pedro Pantoja en Saltillo, Coahuila.
Era el año 2007 y la guerra iniciada por el entonces presidente Felipe Calderón empezaba a desatar operativos violentos en el nororiente del país. Uno de ellos terminó arrebatándole la vida a dos migrantes que estaban esperando en las vías del tren, lo que hizo que el párroco Pantoja iniciara un camino de defensa de personas como ellos, ahora foco de la violencia del crimen organizado.
No fue el único caso. Fernando recuerda que el sector de religiosas y religiosos movidos por la Teología de la Liberación echó a andar los motores de la ayuda humanitaria. La Hermana Lety Gutiérrez lideraba la Pastoral Episcopal de Movilidad Humana en medio de un escenario riesgoso e inquisitorio que en 2005 metió presa injustamente a Concepción Moreno Arteaga, mejor conocida como doña Conchi, una mujer cuyo único crimen fue dar de comer a personas sin documentos en Querétaro.
Entonces se perseguía a quienes procuraban la dignidad de paso argumentando violación a la Ley General de Población, ahora derogada. Paralelamente nacía una corriente social interesada en ofrecer ayuda humanitaria a través de voluntariados en los pocos albergues ubicados en las fronteras y ciudades más recurridas por las personas en tránsito.
No hay personas ilegales, sino acciones ilegales. La historia familiar de Lina le enseñó que todas las personas, de alguna forma u otra, somos migrantes. Foto: Manfred Meiners
Guadalajara en la ruta de La Bestia
Según el Informe 2020 de la Red de Documentación de las Organizaciones Defensoras de Migrantes (REDODEM), de la cual forma parte FM4 Paso Libre, la cantidad de personas desplazadas de manera forzada de sus países de origen no ha disminuido (con excepción de 2020 debido a la pandemia) y las causas se diversificaron. Factores como la violencia y la crisis climática orillan a cada vez más personas a dejar su hogar. Dicho documento puede acercarse más a la realidad que los informes oficiales, aunque no incluye a quienes buscan alejarse de cualquier registro.
Todos los rincones del CAM tienen espacio para la convivencia y el aprendizaje a través de la experiencia del otro. Foto: Manfred Meiners
La centralidad de Jalisco en la movilidad regional repunta en 2007, cuando la ruta más corta entre las fronteras norte y sur de México, la que pasa por Veracruz y Tamaulipas, se convirtió en la más peligrosa. En Guadalajara, el grupo empezó a investigar el flujo migratorio que atravesaba su ciudad a bordo de La Bestia, como se le conoce al tren de carga que funge como medio de transporte.
Al llegar a las vías, Mónica Salmón —una de las fundadoras de FM4 Paso Libre— y sus compañeros encontraron decenas de personas y familias transportándose en condiciones claramente riesgosas. Ahí conocieron a Adela, vecina de las vías por cuarenta años: “Desde que tengo memoria las personas en tránsito pasan por ese lugar. Siempre piden un taco”.
La experiencia con Adela les permitió comprender la movilidad humana desde la solidaridad. Y es que su pequeño hogar fungió como base para el primer prototipo de comedor del migrante, donde las personas en tránsito podían descansar un poco, tomar agua y comer un sándwich preparado por las mismas manos que recababan los datos; eso sí, el uso del baño permanecía como un problema a resolver.
El grupo tenía reuniones semanales. En una de ellas surgió la idea de nombrar FM4 Paso Libre a la nueva organización, haciendo alusión a la entonces Ley General de Población, que determinaba la calidad migratoria de las personas extranjeras en México a través de Formas Migratorias o FM1, FM2, FM3; la FM4 no existía, era más bien una propuesta para reconocer la necesidad de un tránsito digno, libre y justo.
Pero al paso del tiempo y el espacio, las acciones comenzaron a sentirse insuficientes. Luego de mucha deliberación, decidieron establecer cinco líneas de trabajo: la acción humanitaria para brindar ropa y comida; la vinculación, que consistía en dar charlas en espacios como iglesias y escuelas; la incidencia, que buscaba referentes, creaba lazos con organizaciones; la jurídica, que era su punto débil, y uno de los más urgentes; la comunicación, sin la cual nadie se hubiera enterado de todo lo que estaba por ocurrir.
Integrantes de FM4 Paso Libre recorrieron albergues de todo el país donde aprendieron a brindar un trato digno a las personas que atendían, a quienes invitaban a ser parte y a dar sus testimonios en los informes que efectuaban cada tanto. En esos tiempos nadie más les tomaba en cuenta, eran invisibles. Las reflexiones siguen vigentes y son parte del ADN que mantiene fresca la organización.
“El valor del voluntariado y de las personas donantes, es clave para mantener vivos estos proyectos de ayuda humanitaria en nuestro mundo, en nuestro país y en nuestro estado de Jalisco”, dice Quike en el discurso que pronunció al recibir el premio Jalisco 2021. Foto: Manfred Meiners
Al cabo del tiempo se sumaron a FM4 Paso Libre personas con bastante experiencia, entre ellos Luis Enrique González Araiza, alias Quike, abogado por la Universidad de Guadalajara y defensor de derechos humanos, quien actualmente dirige la organización. Conversamos a fondo en su oficina, comenzando con sus raíces en el tema migratorio durante los siete años que formó parte del Proyecto de Migración Mexicana, liderado por el académico Jorge Durand. Fue en 2009 cuando coincidió con Fernando y Mónica en el Día de la Comunidad Solidaria, un evento de la universidad jesuita ITESO con actividades referentes a una realidad social local que ese año fue la migración. La organización invitada fue FM4 Paso Libre y muchas personas de la comunidad pudimos ver, escuchar y profundizar en la realidad que atraviesan las personas migrantes a nivel local.
Nueva sede y nuevos retos
Después de una campaña de donativos derivados de ese evento, el grupo de estudiantes y aliados terminó de conformarse como asociación civil. Con ayuda de un nutrido grupo de personas diversas, que pusieron sus herramientas al servicio del movimiento, consiguieron rentar una bodega muy cerca de la casa de Adela, sobre avenida Inglaterra, frente a las vías. Instalaron baños, regaderas, una cocina y con eso quedó listo el primer Comedor del Migrante, que funcionaba como estancia de día donde las personas llegaban, eran entrevistadas y podían recibir ropa limpia, comer, bañarse y descansar un poco antes de continuar el viaje.
Fachada del primer Centro de Atención al Migrante (CAM) en enero del 2012, diseñada durante un taller de grafitti con un colectivo local. Foto: Archivo FM4 Paso Libre.
En 2010 miembros de la red solidaria que inspiró el trabajo de FM4 asistieron a la inauguración del nuevo espacio. El padre Pantoja bendijo las instalaciones que constituían todo un cimiento para estas acciones dignificantes que nunca estuvieron exentas de convivir con la violencia. De manera paralela se organizaron actividades, se produjeron y proyectaron documentales, usando arte para comunicar la realidad de las personas migrantes. El aumento en el eco y la afluencia hacía parecer que la sociedad tapatía empezaba a sensibilizarse.
Mónica recuerda el alivio que fue lograr el primer financiamiento que en 2011 hizo posible cubrir algunos sueldos de medio tiempo. Fue el año en que los Juegos Panamericanos tuvieron sede en Guadalajara. Las autoridades decidieron, como medida reaccionaria, dirigir a la población en situación de calle hacia el comedor migrante, y se acumularon los problemas.
FM4 Paso Libre compartía espacio de oficinas con otras organizaciones humanitarias, como el Centro de Justicia para la Paz y el Desarrollo (CEPAD), Amnistía Internacional y VIHas de Vida. “Ahí sin querer ya teníamos algo así como hub humanitario en el centro de la ciudad”. Mónica recuerda esta etapa como una base importante para el fortalecimiento de su organización que abonó a la construcción de una sociedad civil más articulada. En conjunto, armaron brigadas de limpieza en las vías del tren y charlas sobre la realidad de las personas migrantes que ayudaron a disipar estigmas sobre ellas, pero también sobre quienes viven en situación de calle. Todo esto era una manera de seguir caminando y estrechar la relación con la comunidad.
Pero en 2014 la violencia tocó a la puerta. Una amenaza directa a la organización hizo que, de un día para otro, FM4 Paso Libre anunciara que cerraba las puertas de su comedor.
Fue fundamental el apoyo por parte de la Pastoral de la Movilidad Humana para que la organización hiciera eco de estos acontecimientos ante el Mecanismo de Protección a Periodistas y Defensores de Derechos Humanos del Gobierno Federal. Esto derivó en una mesa de negociación con la administración del entonces gobernador Aristóteles Sandoval, quien anunció que daría en comodato una bodega para labores humanitarias dirigidas a personas migrantes. Al enterarse de la ubicación del espacio donado, un pequeño grupo de vecinos se opuso al proyecto, usando como argumento una carga de estigmas xenófobos reflejados en un juicio de amparo. Por fortuna y gracias a un apoyo legal pro bono lograron que los amparos se resolvieran en favor de la organización.
Ganaba la justicia. El albergue abrió sus puertas en octubre de 2015 e incorporó acompañamiento médico, psicológico y jurídico. Dos años después, FM4 Paso Libre consiguió que dicho comodato fuera extendido hasta el año 2042, a través de una resolución del Congreso del Estado de Jalisco.
Desde la apertura del albergue no ha habido ningún reporte de vecinos. Por el contrario, sus cámaras de seguridad ayudan a prevenir e investigar robos en casas vecinas y la presencia constante de gente hizo posible la atención oportuna de un incendio.
Una cadena de acciones solidarias a través del tiempo convirtió un proyecto universitario en un referente de justicia que supera cualquier frontera. Foto: Manfred Meiners
Persecución-detención-deportación: el sistema vs. los derechos
Empezaba a documentar esta historia y en la primera llamada Quike me paró en seco al usar el término personas migrantes. “Lo primero que te voy a pedir es que usemos personas en situación de movilidad humana”. Esta diferencia lingüística hace justicia a décadas de lucha por el derecho a algo que nos marca como personas en todo el mundo: el movimiento motivado por nuestro instinto de seguir viviendo.
Las palabras importan, por eso se busca apuntalar el concepto político de movilidad humana que no da preferencia a un flujo determinado. Como lo explica Quike: “si es movilidad de origen, de retorno, de tránsito, de destino; si son refugiados, si no son refugiados, si son migrantes económicos o medioambientales, si son desplazados internos forzados… son todos valiosos y reconocidos. Movilidad humana acoge a todas estas variantes y las pone al centro con la misma importancia. Eso es lo que tendrían que estar haciendo los hacedores de política pública: no generar divisiones, abordar la movilidad humana con toda esa complejidad”.
Son muchos los obstáculos, pero más grande es la necesidad de empezar de nuevo y buscar ser libre. Foto: Manfred Meiners
Catorce años después de que se derogó en 2008 la vieja Ley General de Población, el director de FM4 Paso Libre reporta un panorama poco alentador.
Al preguntarle sobre las posibilidades de articulación con el gobierno federal y particularmente con el Instituto Nacional de Migración, Quike se queda pensando unos segundos. Me mira fijo, apoya la espalda en su silla, mueve la cabeza y lanza una respuesta que no esperaba: “El diálogo no existe. El delegado hasta la fecha no nos ha recibido. No les interesan las organizaciones de la sociedad civil. Te la pongo así tan crudo y llano como lo estás escuchando: la política migratoria mexicana actual es contención, detención y deportación”.
Pese a un cambio en el discurso se mantienen las prácticas de criminalización. Habla, por ejemplo, de las estaciones migratorias: “Les dicen estaciones migratorias, pero en realidad son centros de detención. Aunque las personas no son oficialmente detenidas. Ellos les llaman aseguradas”. Defensores del derecho a la movilidad humana coinciden en que en los últimos años se han recrudecido las políticas migratorias en México.
La ubicación del albergue permite resolver distintas necesidades de manera eficiente. Foto: Manfred Meiners
“En los once años que llevo en el CAM lo que he visto, desde el Estado, son retrocesos”, dice Santiago Aguilar, actualmente consejero y administrador general del albergue. Durante el trayecto a recoger postres donados por Pastelerías Marisa, una de las empresas que apoyan las labores de FM4 Paso Libre, Santi hizo un recuento desde los inicios de su voluntariado a la actualidad.
Inició como voluntario en Chiapas, donde pudo apreciar el poder de la organización de base comunitaria y conocer la filosofía zapatista. Eso le inspiró a trabajar en la búsqueda de justicia migratoria. Remarcó que en Chiapas se han intensificado dos cuestiones al mismo tiempo: la militarización y las violaciones de derechos humanos.
Santi señala que al principio del sexenio de Andres Manuel Lopez Obrador “se tuvo la intención de regularizar el tema fronterizo, pero no duró más de dos o tres meses”. En cambio, se han documentado una serie de enfrentamientos entre las fuerzas armadas mexicanas y las caravanas masivas de migrantes en la frontera sur, que eventualmente se replican —con distinto uniforme— en la frontera norte.
La pasión de Santiago, administrador general del CAM, es reconocida por sus compañeras de trabajo. Foto: Manfred Meiners
Santi sostiene que parte del problema es que el fenómeno migratorio se trata como un tema de seguridad nacional (de México y de Estados Unidos) y no como lo que es: una crisis humanitaria de derechos humanos.
“Estamos haciendo un trabajo geopolítico para Estados Unidos ya muy descarado. Me sorprende mucho el tema de la Guardia Nacional y cómo tienen Tapachula prácticamente sitiada, como una ciudad de refugiados”.
Desde su percepción, logros que se han tenido en la última década, como la descriminalización de las y los defensores de derechos humanos que ofrecen ayuda humanitaria a través de la Ley de Migración de 2012, han sido gracias a la presión y el trabajo de la sociedad civil organizada. Desde ahí marcan los pasos de la agenda, buscando llenar los huecos que se han vuelto cada vez más grandes. Por lo demás, los avances en el reconocimiento de estos derechos funcionan en el papel, pero no en la práctica.
El contexto pandémico hizo que el reporte 2020 de la REDODEM fuera el más duro de todos: muchos albergues tuvieron que cerrar sus puertas, otros estaban rebasados en capacidad, se echó a andar el Título 42 (una orden de regulación sanitaria que permite a Estados Unidos negar la entrada y deportar personas, aun con protección internacional) e incluso el padre Pantoja falleció por COVID. Cada integrante de la red fue descubriendo cómo seguir operando y cuidarse al mismo tiempo. Algo bueno de ese año fue que se integraron a FM4, Lina Gómez y Yael Leal, ambas internacionalistas por la Universidad de Guadalajara.
El apoyo a las personas es integral: va desde la atención médica hasta la psicosocial. Foto: Manfred Meiners
Yael y Lina compartieron cómo se organizaron por turnos para reducir el riesgo de contagio y cómo, en un momento de crisis, rentaron un hotel para distribuir grupos de personas de manera segura. También consiguieron apoyo del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, así como una contribución directa de Médicos Sin Fronteras y una jornada de vacunación indistintamente de la condición migratoria que tuvieran las personas. Lograron lo que casi ningún otro albergue: mantenerse libres de brotes infecciosos.
Los sueños siguen vivos
Por FM4 Paso libre han pasado más de 57 mil personas. El espacio se adapta según las necesidades del momento para que mujeres, hombres, población LGBTQ+, adolescentes, niñas, niños y personas de la tercera edad se sientan bienvenidas. Una vez pasado el filtro de acceso, todos logran dejar a un lado el cansancio y la inseguridad.
Preparando la celebración del 15 de septiembre, fecha compartida con varios países. Foto: Manfred Meiners
Un sistema de seguridad les mantiene a salvo de las muchas amenazas a la labor humanitaria: el acceso es ordenado, se realiza una entrevista inicial en una recepción relativamente aislada del resto del espacio y se prohíbe el uso de teléfonos celulares al interior de las instalaciones. Cámaras de circuito cerrado documentan quién está afuera y lo que pasa en los lugares comunes, “para garantizar la seguridad de todos”, aclara Lina, “nos ha ayudado a identificar y detener situaciones violentas”.
Rosy cocina todos los lunes desde que conoció FM4. Tiene 54 años y llegó en 2014 de Armenia, un poblado en El Salvador. Le encanta cocinar papusas, una comida típica de su región, similar a las gorditas.
“¿Qué hay para hoy, Rosy?” La comida que se prepara en el CAM procura ser vasta y nutritiva. Foto: Manfred Meiners
Como la mayoría de las personas que buscan salir de El Salvador, dejó su país por la violencia. Pero a diferencia de muchos compatriotas, una llamada cambió su suerte.
Cuenta que, gracias a que olvidó cambiar su chip del celular, un amigo la contactó. Le platicó sobre el proceso que estaba llevando para regularizar su situación migratoria.
—¿Tú también estás en México? Yo estoy en Chiapas. Aquí está un abogado que te puede ayudar, va a ir allá a un albergue que se llama FM4 Paso Libre.
—No, yo ya lo intenté y ahorita me dijeron que no se puede.
—Pero ahora vas a ver que sí se va a poder. Anota el número y la dirección.
El nombre del abogado era Luis Enrique González Araiza.
Años antes, la violencia llevó al hijo de Rosy, de 16 años en ese entonces, a emprender camino hacia el norte acompañado de su padre.
“En ese periodo se puso bien feo todo. Los pandilleros andaban matando a todos los muchachos. Fue una guerra horrible, más horrible que la guerra misma que hubo antes”.
Su hijo logró cruzar a Estados Unidos y ha pasado por una gran cantidad de espacios laborales, algunos peligrosos, otros al menos estables. Logró asentarse en Iowa y hablar inglés; lo que no ha logrado es volver a ver a su mamá y a su hermana menor en catorce años.
Con su hija menor la historia fue diferente. El esposo de Rosy le aseguró estudios y juntó dinero para pagarle una estancia segura junto a otras estudiantes de su edad. A pesar de esta relativa protección, Rosy sentía la urgencia de sacarla de El Salvador. La situación de las pandillas era una amenaza directa a las mujeres, sobre todo jóvenes.
Rosy tramitó su residencia permanente; además, logró trasladar a su hija de manera segura a Guadalajara, donde ahora vive con ella. Con apoyo legal de FM4 Paso libre inició su procedimiento de asilo, que resultó positivo. Es licenciada en Nutrición y mantiene a flote la economía del hogar. En ocasiones la acompaña al albergue, pero siempre bajo una consigna: “si vas a venir a ayudar, vas a hacerlo con amor. Todo por amor”.
De la serie Migración. Fotografía: ©José Hernández-Claire
En la cocina la acompaña Dulce, una joven colombiana que vivió en Honduras y huyó de ese país. Sus manos nerviosas revelan lo intimidante que puede ser transitar el mundo habitando un cuerpo como el suyo. Sabía de los probables riesgos que corría al hacer el viaje, pero la certeza de que la discriminación que padecía ponía en riesgo su vida y la de su familia la llevó a migrar a los 17 años, con un amigo que la cuidaría.
“Yo estaba en Colombia, volé a Honduras y, a la hora de la hora, mi amigo no se animó. Yo no podía quedarme, la discriminación está muy fuerte en Centroamérica, así que me fui yo sola”.
Recuerda que la parte más difícil del tránsito fue Guatemala. Ahí pasó frío, hambre, sed y mucho miedo. Al llegar a México y bajar en Tabasco, el tren se descarriló. Lo tomó como una señal de que ya no debía seguir hasta Estados Unidos y se quedó. Su existencia como adolescente trans la puso en una situación prioritaria de atención por parte del programa del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) para conseguir el reconocimiento de la condición de refugiado.
En Tabasco inició sus trámites de solicitud de asilo y se quedó un año y siete meses. No vio un panorama atractivo, así que tomó la recomendación de un nuevo amigo y se movió a Guanajuato, ya con un permiso de trabajo a través de los trámites del ACNUR. Nuevamente la discriminación la incomodó y decidió mudarse. Una amiga le habló del albergue de FM4 Paso Libre, donde podría vivir y donde le ayudarían a encontrar trabajo. Una amiga compró su pasaje de autobús y al llegar a la ciudad consiguió un puesto como guardia de seguridad. Después pasó a supervisora. Actualmente es mesera y lo disfruta mucho más.
“Lo que más valoro de aquí es la buena voluntad de las personas encargadas de la casa. ¡Yo estoy tan agradecida con ellas! Me dijeron: esta es tu casa, puedes venir acá cuando tú quieras”.
Para Dulce, haber llegado a FM4 fue un alivio. Ayudar a Rosy en la cocina es una de sus actividades favoritas. Foto: Manfred Meiners
Su comida favorita son las arepas y su lugar preferido del albergue es la cocina. Dice que sí tiene interés en volver a su país y abrazar a su familia, pero no tiene posibilidades. Decidió quedarse en la ciudad y su sueño es llegar a ser abogada para defender los derechos humanos de las personas.
Los casos de adolescentes migrantes son los que más mueven a Quike. Una edad en la que tienes tantas dudas sobre tantas cosas, cuando apenas estás formándote una idea del mundo y lo que puedes tú hacer en él. Y en cambio tienes que migrar, dejar todo atrás sin que nadie te explique nada, sortear los obstáculos que pone el sistema en el camino e intentar seguir adelante.
Cada persona se compromete con una tarea de limpieza o mantenimiento del albergue. Foto: Manfred Meiners
La historia de Leo es un poco distinta. Él viene de Honduras, tiene 23 años y le gusta mucho jugar futbol. Iba con su primo arriba de La Bestia y se cayó, lastimándose la espalda con las vías del tren. Consiguieron llegar al albergue, donde le dieron una primera atención médica y luego llevaron al hospital de Zoquipan para hacerle una radiografía torácica.
Afortunadamente, Leo no presentó ninguna fractura; sin embargo, necesita reposar y tomar medicamentos. En la imagen, médicas voluntarias atienden su lesión. Foto: Manfred Meiners
Dignidad y Justicia en el Camino
Uno de los vínculos más importantes de FM4 Paso Libre es con el Hospital Civil y con el Comité Internacional de la Cruz Roja, que ha donado prótesis para quienes tuvieron el infortunio de La Bestia. También cuentan con prestadores de servicio social de universidades que pueden dar atención médica, psicológica y dental de primer contacto, y tienen relación con el Instituto Jalisciense de Salud Mental (SALME), a donde derivan a quienes pasan por alguna crisis que supere la capacidad del acompañamiento psicológico del albergue.
Otro camino logrado es el de la profesionalización. La mayor parte de las personas que integran FM4 Paso Libre comenzaron siendo voluntarias. Es el caso de Yael, que empezó como prestadora de servicio social y ahora es asistente de Dirección e Investigación. Nos acompañó por todo el albergue con una permanente actitud servicial y una sonrisa honesta, a la vez que nos explicaba la razón de ser de cada elemento que compone su lugar de trabajo.
La organización generó un manual para orientar en casos de violencia sexual, una situación común. Las mujeres migrantes suelen enfrentarse a niveles de violencia bastante altos y diferenciados con respecto a los hombres. Esto las lleva a crear tácticas de supervivencia, desde transformar su aspecto para lucir masculinas hasta tomar pastillas anticonceptivas antes de emprender el viaje por si llegaran a sufrir una violación.
Mantener orden es una tarea indispensable para anticipar necesidades futuras. Aquí Yael nos muestra el almacén que contiene los paquetes de bienvenida. Foto: Manfred Meiners
Pero muchas veces las tácticas no son suficientes y deben hacer uso de la NOM 046, que permite interrumpir legalmente embarazos por causal de violación. Sin embargo, reportan que el mismo sistema de salud en ocasiones obstaculiza este proceso, sobre todo cuando no se tienen documentos de identificación. Afortunadamente, sus vínculos siempre les marcan rutas alternas de la mano de otras organizaciones y han logrado estrechar lazos con agrupaciones feministas dedicadas a la justicia reproductiva.
Es distinto cuando las personas cuentan con visa humanitaria, ya que pueden recibir atención médica en el sistema de salud público. Aunque, como nos comenta Santi, el trámite que solía tardar un mes y medio actualmente tarda siete meses o más. La crisis se alarga y los recursos de las organizaciones que se encargan de atenderla cada vez tienen que estirarse más.
FM4 Paso libre es una organización con un equipo multidisciplinario y comprometido bastante consolidado. Quienes integran la plantilla ejecutiva y quienes son parte del Consejo de Personas Asociadas coinciden en que el CAM es un sueño cumplido: no es solo la red comunitaria que forjaron inicialmente a base de acciones de limpieza y charlas en diversos espacios, es la cocina que no deja a nadie sin comer, son los dormitorios donde caben todos los tipos de cuerpos, es el consultorio médico que consigue atención y medicinas, es la tregua a la salud mental que brinda un equipo nutrido de personas psicólogas pro bono, es el área legal que acompaña la búsqueda de justicia en el camino, son las actividades culturales que se promueven dentro y fuera del espacio.
La Asamblea de Personas Asociadas guía los pasos de la organización. Después de todos estos años, siguen reflexionando sobre la pertinencia de crecer, de asociarse con tal o cual organización internacional, de aceptar donaciones de tal o cual empresa; todo siempre partiendo de las necesidades de las personas cuyo camino buscan dignificar.
Cuidan que la autonomía se mantenga, pero también la colaboración con otras organizaciones que realizan labores similares a las suyas, como el Refugio Casa del Migrante, dirigida por el párroco Alberto, ubicado en el Cerro del Cuatro, uno de los barrios con más índices delictivos de la ciudad. Son conscientes de que solo a través de la cooperación se puede luchar contra los muros.
Construir puentes, no muros
Llama la atención la humildad con la que hacen lo que hacen. Lina asegura que, si de repente FM4 Paso libre dejara de existir, las personas en situación de movilidad humana que pasan por Guadalajara seguirían siendo resilientes; lo que cambia es la dignidad del paso. En palabras de Quike:
“Como organización debemos ser muy humildes de los alcances que tenemos en la vida de las personas. Efectivamente nosotros no cambiamos la vida de las personas, no cambiamos la violencia estructural en la que han nacido y que siguen viviendo. Lo que sí hacemos es que momentáneamente, ya sea horas, días o semanas en las cuales tenemos la posibilidad de atenderlas, procuramos que en ese lapso de tiempo se sientan acompañadas y seguras”.
El espíritu de la organización ha dejado otro tipo de huellas. A Gabriela Rangel, internacionalista y voluntaria desde 2016, FM4 le “cambió la vida”. Allí encontró una especie de momento terapéutico, no solo derivado de los aprendizajes que intercambia cada domingo con otros voluntarios y personas migrantes que pasan por el albergue, sino por el mero hecho de sentir que lo que hace es útil para construir el mundo en el que quiere vivir.
El voluntariado es la columna vertebral que permite el funcionamiento del CAM. En la imagen, voluntarias de la comunidad del Colegio Alemán de Guadalajara ayudan a preparar alimentos. Foto cortesía: Rocío Fernández.
El trabajo articulado de las más de veinticinco personas que conforman el equipo base de FM4 logró establecer convenios con ACNUR, la Agencia de Cooperación Alemana GIZ, Fundación Vergara, Ambulante, el Zoológico de Guadalajara, National Geographic, direcciones municipales, escuelas de arte y cultura, entre muchos otros. Esto les permite acercar partidos de futbol, cine documental, experiencias artísticas y el diverso mundo animal a las personas que pasan por este hogar temporal.
Pudieron también colocar paneles solares en todo el albergue mediante un grupo de estudiantes alemanes dedicados a energías alternativas, instalar un sistema de captación de agua de lluvia con recursos del gobierno australiano, instalar un huerto, implementar un programa de la Unión Europea sobre inclusión digna basada en educación para niños, niñas y adolescentes y establecer comunicación gratuita y campañas informativas con Télécoms Sans Frontières, una organización internacional enfocada en acercar nuevas tecnologías en contextos de crisis.
Sus fondos provienen principalmente del ACNUR —con quien llevan el Proyecto de Integración local y dan acompañamiento a las personas que están sujetas a protección internacional—, pero también de donantes individuales. Han contado con apoyo de USAID y son un nodo importante de la red global de atención humanitaria ICVA (International Council of Voluntary Agencies).
Además de las alianzas nacionales e internacionales, FM4 trabaja mucho en la localización, es decir, ponerse en el contexto local, articularse con quienes laboran en un contexto específico. Esto es muy útil para el proyecto de integración local, una de las nueve vertientes que hoy abordan en la organización y que les permite, por ejemplo, tener niñas y niños migrantes inscritos en la escuela primaria del barrio. Aún así, para las familias es cada vez más difícil instalarse, encontrar casa y un trabajo digno.
De la serie Migración. Fotografía: ©José Hernández-Claire
Al finalizar la charla con Quike, hablamos del aumento en los desplazamientos causados por razones ambientales durante 2021 y 2022, y yo terminé haciéndole la misma pregunta que hice a las y los demás:
—¿Qué tienen en común las más de 57 mil personas que han pasado por FM4?
—Como dicen las Abuelas de la Plaza de Mayo: la vida busca la vida. Todas las personas que pasan por aquí están buscándose la vida. Y sin importar qué nacionalidad tengan o qué idioma hablen, todas tienen esa esperanza. Eso es muy seguro, quieren una vida distinta a la que tienen.
Muchas cosas cambiaron desde aquellas primeras reuniones de jóvenes inquietos, pero lo esencial se mantiene. FM4 es ese mural lleno de vida, cooperación y colores donde se permite la esperanza.
Nota: Agradecemos a la familia del fotográfo José Hernández-Claire por su contribución a la historia.
Equipo multidisciplinario y versátil. Prácticamente todos han sido voluntarios. Foto: Manfred Meiners
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- Conoce el proyecto en https://fm4pasolibre.org/
Miriam Moreno Sánchez alias Mina. Es psicóloga social y se dedica a la investigación cualitativa con perspectiva de género para proyectos urbanos y socioambientales. Le gusta bucear, pedalear e impulsar acciones que ayuden a gestionar mejor el territorio a partir de la participación de las personas.
Manfred Meiners ha impulsado diversos proyectos de divulgación usando la fotografía como herramienta. En 2013 recibió el Premio al Mérito Ecológico en la categoría de comunicación ambiental por el gobierno de México y el Premio Jalisco en 2021. Cree en el poder de las imágenes para conectar a las personas más allá de las palabras.