El nombre de la tierra
Mujeres y hombres de Olintla lograron detener a Grupo México, minera que planeaba represar sus ríos. Fotografía: Alberto Ruíz.
El nombre de la tierra
Consejo Tiyat Tlali
Producción: Al-Dabi Olvera Castillo
Fotografía: Rafael Sevilla Zapata
Marzo 24, 2022
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Lectura de 24 minutos
Herederas de una lucha centenaria, organizaciones y comunidades de la Sierra Norte de Puebla se articularon regionalmente en la última década para defender su territorio ante una serie de megaproyectos extractivos que atentan contra sus montañas, ríos y formas de vida.
Si ya pudimos con los franceses, ¿cómo no podremos con los canadienses?
Un clamor le sigue a esta frase. 2014: Zautla, un pequeño municipio serrano recibe a más de mil personas de todo México y Mesoamérica. Del 14 al 16 de marzo, durante el Encuentro de Pueblos en Resistencia Contra el Modelo Extractivo, rememoran sus experiencias de lucha en una de las mega asambleas que aglutina a las personas, pueblos y organizaciones que han logrado defender por más de una década su territorio.
Aquí, la que habla es la tierra.
Escuchamos.
Impresiona tanto la determinación de las personas como el paisaje.
La niebla avanza en el intrincado y complejo macizo montañoso de la bocasierra; al nororiente está la zona cafetalera, cálida, que al bordear e ir descendiendo muestra un intenso verde prehistórico. La tenacidad del trabajo en la tierra florece en bambú, pimienta y frutos como el lichi y el maracuyá. En la parte más baja, abundan la naranja, mandarina, toronja y la piña. Por la entrada sur, vemos los primeros mogotes. De las elevaciones brotan delicias como el piñón y en cada cañada, cada monte, cada bosque, los potentes ríos dislocan geografías políticas y ponen en común el actuar de las personas.
¡Ah!, y en todas las partes de este cuerpo, está la milpa.
Los pueblos serranos han sabido defender su territorio de diversas maneras. En la foto, el pueblo de Tecoltemi protesta ante la Suprema Corte de Justicia. Foto: Al-Dabi Olvera Castillo
La región es llamada oficialmente Sierra Norte de Puebla. Pero es realmente un pedazo del Totonacapan. En Los dueños del tiempo, Elio Masferrer Kan habla de la desestructuración del hogar del pueblo totonakú, que abarcaba del golfo al centro de lo que hoy llamamos México. Tras de la aculturación colonial estalló la rebelión totonakú del siglo XVII. Y a la represión siguió el reparto de tierras comunales, la acumulación de tierras en manos de mestizos, la división política entre los Estados de Puebla y Veracruz, la explotación petrolera y las autopistas que dejaron como cuerpo desmembrado al Totonacapan, dividido en la costa de Veracruz y la llanura de Papantla, las tierras bajas y finalmente la Sierra Norte de Puebla.
Vienen a la memoria las maneras de nombrar de quienes comparten este espacio.
Yo siempre que me acuerdo de mi pueblo me acuerdo en verde
Remembranzas que se ligan a la resistencia.
Mira no más que paisajes y las mineras le quieren dar en la madre a todo esto.
Oficialmente, la Sierra Norte de Puebla está compuesta por más o menos 66 municipios. Es vecina y se hibrida con Veracruz, Tlaxcala, y especialmente Hidalgo.
Aquí llegaron, no sin confrontación, batallas y desplazamientos, los pueblos masehual, como se dicen a sí mismos los nahuas, los tutunakú, otomí, tepehua y después los europeos y mestizos.
Aquí la Historia, con mayúscula, está marcada por las intervenciones. Las historias de los pueblos, por la resistencia, la frondosidad de la neblina y la lluvia.
Ese sentir, esa memoria, esa remembranza, se llama así: serranos.
Y aquí, lo que da sustento a la vida, tiene diversos nombres: tlali, tiyat, tierra.
Compañero tutunakú en los trabajos de la milpa. Fotografía: Rafael Sevilla Zapata.
A esta colectividad serrana darán forma diversas voces. Estas voces enuncian a título personal o vienen de documentos o pancartas. La voz intenta ser prismática, no es total ni mucho menos oficial, pues abarca muy diversos pueblos, organizaciones, personas. Las viñetas de este texto recorrerán tiempos no lineales y conformarán una serie de experiencias y reflexiones sin figuras centrales ni caciquiles. Omitiremos nombres a petición expresa porque, a pesar de la tenaz defensa de la región, el viejo intervencionismo, actualizado como extractivismo, sigue latente.
Nuestros antepasados que afilaban los machetes: cuando hay que defender, hay que defender.
Se nos reconoce como gente bravía. Se nota en la lucha de la batalla del cinco de mayo.
Nos sabemos defender con el machete, nuestra herramienta de campo.
Estas frases son pronunciadas por campesinos en el documental Sierra Norte por la vida producido por la red de cooperativas Tosepan Titataniske en 2014. Rememoran las batallas del siglo XIX. En 1865, un ejército indígena compuesto por pobladores de Tetela, Zacapoaxtla y otras localidades expulsó de la sierra al entonces mejor ejército del mundo, el francés, y a sus aliados austriacos. El ejército indígena participó también en las batallas de Puebla que dieron el triunfo a la república, la cual les está en deuda. Acá la batalla no es efeméride del panteón oficial, sino uso y costumbre cuando la tierra está amenazada.
“Los serranos defendemos” dice la pancarta que da la bienvenida en una mega asamblea en Tepextla en 2015. Foto: Rafael Sevilla Zapata
Los invasores de entonces no pasaron.
Los invasores de ahora tampoco.
Tomamos otro pedazo de tiempo: del 2012 al 2022, una década de formidable lucha social en México. Entonces, la Sierra Norte de Puebla ganó de nuevo notoriedad nacional.
“Pueblo campesino de México le declara la guerra al hombre más rico del mundo” (Emol)
“El pueblo que corrió al monstruo minero” (LadoB)
“Grupo México enfrenta a la “hidroeléctrica de la discordia” (Expansión)
Las manifestaciones se extendían por localidades enteras. En fotografías y videos miramos miles de sombreros y pancartas.
Sí a la vida, no a la mina
¿Cómo hicieron pues para defender el cuerpo dislocado, diverso, complejo, a veces infranqueable de la sierra y derrotar a Carlos Slim, a Grupo México, a mineras canadienses?
Somos fruto de… no una creación.
Así lo cuenta un integrante de Radio Tzinaca, medio nacido de la necesidad de comunicar la problemática ambiental en la región.
Esta fuerza abreva de una organización antigua, recuerdan. Diversas personas entrevistadas para esta historia coinciden en que esta lucha va de la centenaria lucha por la cultura, tierra y dignidad de los pueblos indígenas, el boom del cooperativismo, la defensa del agua, los proyectos de educación alternativa, la participación de estudiantes y algunos funcionarios comprometidos, la pastoral social; todos caminos diversos de largo trecho que confluyen esfuerzos tejidos.
Uno de ellos, fundamental hoy, es el Consejo Tiyat Tlali.
Intervencionismo
Meses antes de que este consejo fuera conformado, pueblos y organizaciones comenzaron a darse cuenta que en el siglo XXI llegaría a la sierra una nueva etapa de agresión hacia los pueblos indígenas de la región.
Megaproyectos de diversa índole rentabilizarían, optimizarían, colocarían a la región en la órbita del extractivismo minero más profundo y de la interconectividad energética, lo que fue nombrado como “proyectos de muerte” por una compañera de Olintla.
En el sexenio del presidente priista Enrique Peña Nieto y de gobernador panista Rafael Moreno Valle estalló la problemática de una red de concesiones entregadas a corporaciones desde los gobiernos conservadores de Vicente Fox y Felipe Calderón, quienes pensaron articular esta región al Plan Puebla-Panamá para la expoliación de toda Mesoamérica.
Proyectos mineros e hidroeléctricos, de fracking y petróleo, gasoductos y tendidos, formarían una metrópoli sobre más del 20% del territorio serrano.
Un mapa del 2014 llamado “La industria extractiva en la Sierra Norte de Puebla”, elaborado y socializada por PODER, organización que investiga empresas y sus inversiones, y por el Consejo Tiyat Tlali, exhibe seis proyectos hidroeléctricos, que para el 2015 ya eran nueve.
Las hidroeléctricas amenazaban doce ríos, principalmente Ajajalpan y Apulco, de dieciocho municipios como Zacapoaxtla, Cuetzalan, Zoquiapan, Xochiapulco, Olintla, Ahuacatlán, San Felipe Tepatlán, Zapotitlán, Xochitlán. La empresa más beneficiada era Grupo México.
Y mostraba al menos 233 pozos petroleros situados en los municipios de Francisco Z Mena, Venustiano Carranza y Pantepec.
También develó 103 concesiones mineras que cubrían el 18% de la superficie de la región, con 182,244 hectáreas concesionadas. Si bien había empresas mexicanas beneficiadas con concesiones, Grupo Ferrominero, Frisco y Peñoles, el 73% del espacio fue concesionado a empresas canadienses, casi todas para Almaden Minerals, empresa dedicada a la exploración. Solo Almaden tiene todavía a concesión el 13% de la sierra: 29 títulos con 376 mil hectáreas, principalmente en Ixtacamaxtitlan, Tetela, Tlatlauquitepec y Libres.
El informe dice:
Estos proyectos compiten con la población por la tierra y el agua.
Los pueblos y organizaciones sociales de la Sierra Norte de Puebla tuvieron que contrarrestar colectivamente y con información la narrativa de las empresas extractivas. Foto: Rafael Sevilla Zapata.
Para imponerse, las empresas hicieron uso de una serie de discursos dominantes. Una habitante de Ixtacamaxtitlan enlista frases que fueron utilizadas para desacreditar a quienes decidieron defender sus espacios de vida.
El proyecto va porque va
Es progreso
Es desarrollo
Eres el único que no ha vendido
Las empresas tenían una forma parecida de operar: sin consulta, con división, con dádivas.
Ante la violencia desplegada por las empresas y el Estado, pueblos conformaron una topología de resistencias repartida en lo escarpado de la región., una geografía de la esperanza que ha utilizado todas las formas posibles de persistir hasta hoy.
Unidos Venceremos en náhuatl
Cuando el joven antropólogo quebequense Pierre Beaucage regresó a la Sierra Norte de Puebla en 1979, vio justo lo contrario de lo que pronosticó en sus observaciones una década atrás. Pasó de diagnosticar la “descomposición del campesinado indígena” a participar en la boyante movilización de los pueblos ante el coyotaje caciquil.
Beaucage y el Taller de Tradición Oral, creado en 1979 por un grupo de jóvenes masehual y algunos mestizos en San Miguel Tzinacapan, escribieron en coautoría Cuerpo, cosmos y medio ambiente entre los nahuas de la Sierra Norte de Puebla. Ahí leemos las raíces de la ritualidad de los pueblos de Cuetzalan y su historia reciente de organización.
Comenzamos con los testimonios y memorias de las fiebres y pestes que al comenzar la colonia barrieron pueblos enteros. Aun con la recuperación demográfica indígena durante los siglos posteriores, la colonización marcó una estratificación social con divisiones y trabajos como el repartimiento obligatorio.
Cuetzalan nunca perdió completamente la propiedad de sus tierras, como sí ocurrió en otras partes de la sierra. No obstante, los intentos de despojo nunca cesaron. Mediante las Leyes de Reforma del siglo XIX, los liberales que tanto debían al férreo batallar de los pueblos serranos intentaron liquidar su régimen comunal. Así que los pueblos escrituraron su tierra individualmente, aunque conservaron una forma comunal de organización en faenas y fiestas, y no dejaron de luchar cuando era necesario.
Los archivos regionales de la Sierra Norte de Puebla proporcionaron muchos ejemplos de esta resistencia, legal o violenta.
Leemos ésto en Cuerpo, cosmos y medio ambiente. También leemos sobre la complejidad del siglo XX, una serie de dinámicas de corporativización desde el Estado e intentos de organización campesina, especialmente a partir de los setenta.
Los indígenas tenían tierra, no así la distribución y el control de precios de los productos. El caciquismo se mantenía con el monopolio económico de un producto. Ya para el siglo XX el caciquismo estaba también en instituciones y municipios.
Taller de derecho al agua en las instalaciones de la Tosepan. Foto: Rafael Sevilla Zapata.
Escuchamos otra parte de esta historia en las instalaciones de la cooperativa Tosepan, hoy integrante del Consejo Tiyat Tlali. Este espacio pertenece a los pueblos y se contrapone al historial centenario de despojos y abusos en la región. Arriba hay un restaurante donde sirven tlayoyos; abajo, un centro de formación política. Van y vienen cooperativistas. Preparan el aniversario de la escuela que fundaron el dos de octubre de 2006.
Vuelan palabras que en este lugar se convierten en materia, en realidad tangible.
Luego, nos relatan una historia famosa: una familia de cooperativistas contó que alguna vez fueron a pedir prestado para comprar un machete. Dejaron terrenos en empeño.
La deuda creció y por los intereses casi pierden la tierra, esa que está aquí abajo.
Bouacage y el Taller describen en su libro el desprecio estructural material y lingüístico que viven los pueblos desde hace cientos de años.
Inditos.
Naquitos.
El castellano es lengua. El náhuatl, dialecto.
Los macehual y totonakú de la Sierra Norte de Puebla han sabido cuidar el campo y ampliar una noción comunitaria de vida. Foto: Rafael Sevilla Zapata.
Por eso es combativa esta escuela donde a la infancia se le enseña en su lengua, donde una orquesta de jóvenes ensaya, donde vemos crecer con adobes una secundaria.
En la sierra hay una muy vieja tradición de educación y economía alternativa. En los setenta comenzaron a llegar estudiantes católicos de izquierda comprometidos con el cambio social y técnicos e ingenieros comprometidos del Plan Zacapoaxtla. Los católicos formaron el Proyecto de Animación y Desarrollo, Asociación Civil, PRADE. Y con la gente de San Miguel animaron a comprar productos como azúcar y tela.
Ahí surgió una cooperativa, de las que después se extenderían por la región.
Los programas gubernamentales de extensionismo como el Zacapoaxtla tenían como finalidad aumentar la productividad, pero el problema era el precio bajo pagado a los campesinos. Así que los jóvenes agrónomos e integrantes de los pueblos usaron las camionetas de las dependencias para ir a vender cítricos, mamey, pimienta a la ciudad de México y traer productos básicos. Así lograron conseguir el azúcar a mitad de precio y vender sus productos al triple de precio de lo que les pagaban los caciques.
En 1976 este grupo se une a una organización social llamada Unión de Pequeños Productores de la Sierra. Tres años después fundaron oficialmente la cooperativa Tosepan.
En “Cuerpo, cosmos y medioambiente” leemos también que la organización social se apoyó tanto en el trabajo colectivo como en el sistema de cargos, y esto requirió la formación de profesionales en los pueblos.
Milpa tradicional y cooperativismo formaron una fuerte alianza en la Sierra Norte de Puebla: Rafael Sevilla Zapata.
Es cooperativismo porque consiste en poner.
En 1979 la cooperativa tenía más de 50 tiendas. Los pueblos habían triplicado su ingreso.
Ante la crisis de la caída de los precios del café, buscaron otras opciones. Ahí se diversificaron con la cooperativa de ahorro y crédito. Comenzaron después a pensar un plan de vida propio conducido por la Yeknemilis A.C., basado en la cultura de las comunidades.
Ahora tienen ocho cooperativas. Tosepan Titataniske es el nombre del conjunto de cooperativas y significa Unidos Venceremos en náhuatl. La Tosepan Xikualis abarca la producción de café orgánico, pimienta gorda, miel melipona y derivados. la productora de café, el Tosepantomin, de servicios de ahorro y financieros, la cooperativa de productos de salud Tosepan Pajti; el proyecto de ecoturismo propio Tosepan Kali. También cuentan con una radio, Tosepan Limakxtum, y la escuela Tosepan Kalnemaxtiloyan, donde además las profesoras enseñan contenidos desde su propia realidad, matemáticas en náhuatl, y se trabaja en común.
Y eso influyó en la relación interétnica.
El Taller de Tzinacapan ya realizaba una serie de pedagogías de alfabetización en náhuatl y publicación de textos. Cuando plantearon este libro al antropólogo quebequense, le dijeron:
Ya no queremos ser informantes de antropólogos, ¡queremos escribir los libros!
Un consejo de la tierra
Quizás no se ha viajado tanto en las intrincadas carreteras de la sierra desde el boom cooperativista. Desde que comenzó la etapa de la defensa por la vida en 2012 se movilizaron pueblos enteros por toda la sierra. En las cañadas, camionetas recogían a cientos de personas; y aunque la sierra mide cien kilómetros por 50 según los datos oficiales, a veces tomaba de cuatro a seis horas hacer los recorridos.
Como ya relatamos, los habitantes de las comunidades sabían que algo ocurría. Hace meses, incluso años, helicópteros, camionetas, ingenieros recorrían cerros y ríos. Primero no decían mucho, luego hablaron de empleos y de progreso.
Organizaciones que después integrarían el Tiyat Tlali, como el Instituto Mexicano para el Desarrollo Comunitario (IMDEC), comenzaron a investigar y difundir la información acerca de concesiones otorgadas por el Estado a privados. Organizaciones no gubernamentales como Poder y Fundar averiguaron los capitales detrás de las empresas.
Había que desmontar su discurso.
Un compañero del colectivo Voces de la Tierra relata cómo primero tocó comprender lo que ocurría, luego organizar, construir un relato. Luego traducir al náhuatl y al totonakú. Hicieron de todo: torres de discos, periódicos que repartían en las asambleas, murales.
Periódico trilingüe repartido en las asambleas de la sierra. Foto: Rafael Sevilla Zapata
Los primeros espacios de difusión fueron núcleos familiares, luego, pequeñas asambleas informativas al interior de Cuetzalan cada mes. Primero se reunieron en Xocoyolo, Tzicuilan, en Yohualichan.
Pasaron de cincuenta a cien, doscientas, quinientas personas.
Después se fueron adhiriendo municipios cercanos: Ayototoxco, Xoquiapan, Jonotla, Tlapacoya. Entonces aumentaron hasta mil, dos mil, tres mil personas.
Armar una asamblea así implicaba cooperación y organización, conseguir lonas enormes, un mar de sillas, y dar de comer a multitudes.
¡Y aun así los pueblos hacían fila para recibir la asamblea!
Las reuniones familiares se convirtieron en megasambleas que cada tres o cuatro meses eran los espacios para informar, proponer, deliberar y crear mandato a mano alzada.
Cuentan en Voces de la Tierra que las estrategias eran pensadas y propuestas; en las asambleas surgían los acuerdos que luego tomaban forma de acciones específicas.
También, a la par, se acercaron al Movimiento Mexicano de Afectados por las Presas y en Defensa de los Ríos (MAPDER) y la Red Mexicana de Afectados por la Minería (REMA), con esta última se enteraron de testimonios sobre minas a cielo abierto, por ejemplo en Carrizalillo, Guerrero, a donde viajaron para asomarse en enormes tajos abiertos en la tierra.
Pero hubo una reunión pequeña en la que nació el nombre del Consejo.
Diversas organizaciones autoconvocadas comenzaron a reunirse para compartir su preocupación por lo que ocurría en la región, En julio de 2011 se juntaron en la parroquia de Cuetzalan, en donde se hizo patente la necesidad de tejerse para hacer frente a la situación. Y en un desliz de imaginación, el párroco Mario Pérez Pérez propuso como nombre Consejo Tiyat Tlali.
Tierra en totonaco y en náhuatl.
El apellido de la organización muestra su misión.
Por la defensa de la vida.
Desde el origen de este consejo se podían ver posturas muy diversas: simpatizantes del zapatismo y promotores del incipiente Morena, incluso campesinos de partidos políticos que dejaban su color afuera para unirse a la defensa de la tierra.
Las organizaciones que hoy integran el Consejo son, en orden alfabético:
Agencia Timomachtikan AC, Brigada de Defensa del Territorio Xochiteco, Centro de Estudios para el Desarrollo Rural (CESDER), Centro de Estudios Ecuménicos (CEE), Colectivo Tajtolmej Taltipak AC, Comité ciudadano de Tlatlauquitepec, Consejo Regional Totonaco en Defensa del río Ajajalpan, Instituto Mexicano para el Desarrollo Comunitario AC (IMDEC), Makxtum Kgalhaw Chuchutsipi, Maseual Siuamej Mosenyolchicauani, Movimiento Atzin (Libres), Servicios Ambientales Amelatzinhualajtoc, Unidad Indígena Totonaca Náhuatl (UNITONA), Unión de Cooperativas Tosepan Titatanisque,
Pero también han estado cerca Unitierra Puebla, Tetela Hacia el Futuro, Radio Tzinaca, el Cupreder, Poder, Fundar, periodistas, artistas, familias, pueblos, ejidos.
Desde los pueblos
Maseual Siuamej Mosenyolchicauani es una amplia y antigua organización de mujeres en Cuetzalan. Su organización partió de sus necesidades. Al hacer un recorrido por su historia parece que no hay cosa que no hayan imaginado.
Vivimos en el campo y del campo. No alcanzaba.
Una de sus fundadoras conversa desde el hotel Taselotsin, un hotel ecológico que se ha convertido en alternativa económica para la centena de mujeres que integran hoy la organización, y para personas de su barrio en Cuetzalan. Maseual Siuamej comenzó en 1985 a trabajar por los derechos de las mujeres indígenas, además de temas de salud mediante plantas y conocimientos locales. Buscaron también una forma de vender a un precio justo sus prendas y bordados en camisas, blusas, rebozos y quexquemetl.
A la par realizaron talleres en comunidades para enseñar a leer y escribir. Poco a poco comenzaron a hablar con los maridos para que las hijas pudieran estudiar. También llegaron a promover la participación de las mujeres en las asambleas comunitarias. Dentro de la casa, buscaron que los hombres tomaran parte de los trabajos. E incluso promovieron un juzgado indígena.
Entrega de bastón de mando a una integrante de Maseual Siuamej Mosenyolchicauani. Foto: Rafael Sevilla Zapata
Todo esto en una década.
A la par, trabajaron el tema medioambiental. Promovieron desde letrinas secas hasta fogones de leña que no dañan la salud.
Así, han integrado diversas organizaciones de defensa ambiental y territorial como la Red Indígena de Turismo y la Coordinadora Regional de Desarrollo con Identidad.
Y es que al comenzar este siglo gobiernos estatales y empresas querían catapultar a Cuetzalan como un destino turístico de amplio impacto. Los proyectos consistían en grandes autopistas y desarrollos de cadenas hoteleras. Por ejemplo, el proyecto Bosque de Niebla planteaba construir cabañas y zoológico encima de cavernas y humedales, alcanzaron a talar helechos en peligro de extinción, pero fueron frenados por las organizaciones y los comités de agua locales.
A partir de esta lucha pensaron en crear un ordenamiento territorial para evitar las constantes intervenciones en su espacio.
El Comité de Ordenamiento Territorial de Cuetzalan, Cotic, vino de las propias comunidades e implicó un año de formación con talleres. En diciembre de 2010 el recién creado Cotic fue presentado y aprobado en cabildo abierto. También fue reconocido después por el Congreso de Puebla. Como es presidido por el presidente municipal, su aplicación es compleja.
La historia del Cotic involucra a organizaciones solidarias, como el Centro Universitario para la Prevención de Desastres Regionales (Cupreder) de la BUAP, que tiene 26 años de trabajo en las cosas que han causado un riesgo para la Sierra Norte de Puebla. Surgió cuando las desastrosas lluvias de 1999, recordadas como “La avalancha de Teziutlán”. Cupreder ha apoyado estos últimos años al órgano técnico del Cotic con argumentación técnica ambiental para defenderse e informar en asambleas.
Hoy, el Cotic se compone de autoridades locales y organizaciones reconocidas en la lucha social. En la foto, el río Atepolehui, en Cuetzalan. Fotografía: Rafael Sevilla Zapata
Una integrante del Cupreder relata que, para el ordenamiento territorial, buscaron algún resquicio en la ley a nivel municipal. Al encontrarlo pensaron en un mecanismo amplio y representativo. Su primera aplicación fue cuando Walmart intentó entrar al pueblo. El alcalde les llamó en asamblea para ver si se aprobaba. Hubo una negativa rotunda.
Y aunque como organismo no es parte del Tiyat Tlali, el Cotic ha servido para pensar toda la región y ha formado parte e inspirado el proceso de defensa del territorio durante la última década. Llama la atención en pueblos de todo México por su articulación, amplitud y efectividad.
Propone en una mentalidad de microcuenca, con idea de futuro propio.
Sin embargo, la red de megaproyectos de los últimos diez años y en particular un proyecto de tendido eléctrico en 2016, el cual podría conectar todos los proyectos mineros con las hidroeléctricas, les dio un reto inédito, y una excusa para generar esperanza.
Larga resistencia la de los tutunakú
Olintla es un municipio que forma parte del antiguo Totonacapan. En casi la totalidad de sus comunidades como Ignacio Zaragoza y Bibiano Hernández hablan tutunakú.
Estos pueblos serranos derrotaron al gigante de la minería en el país.
¿Quién iba a pensar que un totonaco iba a echar a Grupo México?
El 5 de diciembre de 2012, ingenieros a bordo de un bulldozer de tres metros de ancho querían comenzar los trabajos para construir una represa con una cortina de 100 metros de altura en el Río Ajajalpan. Quisieron entrar a Ignacio Zaragoza por un camino de metro y medio.
Iban a entrar a la fuerza, las mujeres no dieron paso y ahí surgió el movimiento: el bulldozer se enfrentó al machete.
Eran tiempos de la reforma energética peñista y las empresas buscaban generar su propia electricidad. Grupo México pretendía invertir 2 mil millones de pesos en tres plantas hidroeléctricas en la Sierra Norte de Puebla con capacidad de generar 26, 20 y 23 megawatts respectivamente.
Las organizaciones y habitantes de Ignacio Zaragoza convocaron a una asamblea para compartir información. Era 26 de enero de 2013. Las autoridades municipales, empresa y habitantes de la cabecera, hicieron una asamblea paralela. Hubo intercambio de argumentos, pero también agresiones. Aumentó la tensión.
Esa noche más de 70 personas, entre ambientalistas habitantes del pueblo y de pueblos vecinos como Viviano Hernández, Vicente Guerrero, quedaron atrapados en Olintla. Sin embargo, ese contexto de tensión abrió espacio para que el Tiyat Tlali se presentara públicamente en la Universidad Iberoamericana de Puebla.
Un compañero de Makxtum Kgalhaw Chuchutsipi recuerda el espíritu de solidaridad que emergió entonces.
Ahí nació la comunidad, la lucha, en la noche tortillas y frijoles.
Un integrante de la Tosepan también lo recuerda así.
El conflicto nos unió.
El 14 de febrero de 2013, Grupo México lanzó un comunicado en el que se desistió de realizar el proyecto hidroeléctrico debido al rechazo de las comunidades.
Así, quedó de nuevo asentado que los pueblos tutunakú tienen una resistencia de largo aliento. Viene de la Organización Indígena Totonaca OIT, en Huehuetla, que en los noventas se planteó instalar un presidente municipal tutunakú. Y ahora de la Unitona (Unidad Indígena Totonaca-Nahua), heredera de la lucha de la OIT que ha planteado temas en la sierra como la defensa del maíz nativo.
Después del triunfo en Olintla, otros pueblos enfrentaron proyectos hidroeléctricos que aparecieron regados por las cuencas de sus ríos.
Son como cucarachas: matas una y salen tres más abajo.
En San Juan Tahitic, el Consejo hizo un trabajo a pie, sólido, de base, río abajo, en el que convocó y recorrió las comunidades para mantenerse informadas sobre la problemática.
Pero los trabajadores de las corporaciones no dejaban de entrar a las comunidades. La gente los detenía, pero insistían y comenzaban a hablarles de los beneficios.
¿Se lo digo en español, náhuatl, totonaco o inglés? firme y salga. Dígale a la compañía, que se vayan y no regresen.
La defensa del territorio en esta región de México implicó marcas y foros, reuniones en casas y asambleas gigantescas. Foto: Rafael Sevilla Zapata
Escenas de este tipo recuerdan los compañeros.
En abril del 2012 las empresas llegaron a Xochicuautla, comunidad de Ahuacatlán. Su resistencia hizo recular a Grupo México. Otro proyecto llegó a San Felipe Tepatlán en 2015. Repartieron dádivas para obtener permiso de un proyecto que nunca explicaron, y del cual decían tener todos los permisos.
Finalmente, en los pueblos tutunakú de Ahuacatlán, San Felipe Tepatlán, Tepango, Olintla, Bienvenido de Hermenegildo Galeana y Zongozotla formaron el Consejo Regional Totonaco para defender el río Ajajalpan.
Ya en abril del 2015, las autoridades realizaron una consulta que las organizaciones calificaron como simulación, realizada en poco más de un mes y sin participación de una parte significativa de las comunidades. Ante ello, los tutunakú realizaron una mega asamblea en San Felipe para rechazar el proyecto con prensencia de diversas comunidades.
Desde abril de 2016, los pueblos de San Mateo Tlacotepec, Altica y Tepatlán de Ahuacatlán, y de San Felipe Tepatlán presentaron una demanda de amparo contra el Estado por haber licencias y concesiones para el Proyecto Hidroeléctrico Puebla 1 sin previo consentimiento libre e informado. También los denunciaron por no evaluar previamente impactos sociales y ambientales.
Hay que anotar que el proyecto contempla dos presas, una de ellas de gran envergadura con 45 metros y serviría para abastecer a Walmart, Vips y Suburbia.
Creemos que ésta es una nueva conquista, oprobiosa, con la modernidad económico-política-cupular y hasta irracional, en contra de un pueblo autóctono asentado pacíficamente desde hace cientos o miles de años.”
Finalmente, en 2020, el Ayuntamiento de Ahuacatlán revocó el permiso de uso de suelo y construcción. La cita anterior es del Acta de Cabildo. Como respuesta, la empresa demandó al ayuntamiento. Por eso, el 9 de diciembre de aquel año, los pueblos tutunakú realizaron un foro, ya en pandemia, en el que los 12 comités en defensa reiteraron su apoyo a la decisión de no dejar entrar a la hidroeléctrica. Se podría decir que esta fue una de las últimas grandes asambleas de la sierra.
Lo más importante, mi pueblo totonaco, no perder nuestra raíz, nuestra lengua, enseñar a hijos y nietos: el pueblo totonaco si existe y vivimos en la sierra.
Una educación desde y para el campo
El Centro de Estudios para el Desarrollo Rural, CESDER, es una universidad para y desde los pueblos en el corazón de la sierra. Al entrar en el rancho donde se ubica, Capolihtic, se observan milpas, salones, cocina y dormitorios de adobe y baños secos.
Este espacio cuenta con ganadería de traspatio, cultivo de frutales, producción de abonos, recolección de agua, riego por goteo, producción de granos, hortalizas bajo invernadero, una estación meteorológica, banco de germoplasma y recuperación de semillas, además de un Centro de Formación y Capacitación Alfarero.
El CESDER surgió en 1985 a partir de la asociación Promoción y Desarrollo (Prodes). Forma parte de una historia de proyectos educativos pertinentes para la región y pensados desde el campo: el PRADE en Tzinacapan, Promoción Educativa para el Campo (CEPEC), los Centros Rurales de Educación Básica Intensiva (CREBI), la telesecundaria Tetsijsilin.
Ahora cuenta con la famosa licenciatura en Promoción del Desarrollo Rural y la Universidad Indígena Campesina en Red, creada en 1998, además de varios programas de posgrado
Una integrante del CESDER cuenta que está orientado hacia un sujeto colectivo, campesino, comunitario y rural.
No somos maestros, somos junto-con, somos facilitadores. Lo que hacemos es recoger, nombrar, hacer énfasis.
Uno de los procesos sociales en los que participó el CESDER fue la lucha contra ciudades rurales en 2001, una estrategia para mover a las comunidades de sus lugares y abrir paso a las corporaciones extractivas. Para hacer frente, desde el CESDER convocó a sus estudiantes vinculados con sus comunidades
Una década después, en 2011, asola un megaproyecto minero a la pequeña comunidad de Tlacamanca, en Zautla. En CESDER se enteran pronto que la mina de capital chino Lupe JDC Minerales S.A extraería oro, plata y cobre. Planteaban ampliar una vieja mina artesanal pero con otro formato subterráneo con diversos alcances y que podría afectar a los manantiales de la comunidad.
Manifestación de más de ocho mil habitantes de las 32 comunidades afuera de la minera en Zautla, lugar donde se ubica el CESDER. Foto: Rafael Sevilla Zapata.
El 3 de noviembre de 2012 los pueblos realizaron una asamblea informativa donde se expresó la preocupación por el ojo de agua que nace en la comunidad. Las juntas auxiliares del municipio comenzaron a levantar actas en los pueblos en rechazo a la mina. El 21 de noviembre de 2012, hubo una asamblea de miles de personas donde deliberaron las acciones a tomar. El alcalde no dio permiso para cambio de uso de suelo. La gente decidió marchar para hacer una clausura simbólica de la mina. Ahí dijeron a los trabajadores chinos que salieran en veinticuatro horas. Huyeron, aunque intentaron en 2015 volver a obtener permisos que después fueron rechazados.
Desde entonces el proyecto está detenido.
A diferencia de lo que los programas de turismo llaman “pueblos mágicos”, que rentabilizan la región para venderla, aquí hay pueblos memoriosos, organizados y tenaces. En menos de un año, en Tetela derrotaron a Carlos Slim, el entonces hombre más rico del mundo, en Zautla expulsaron a mineras chinas, y los pueblos tutunakú vencieron al gigante de la minería, Grupo México; y no lo hicieron solos: crearon una colectividad y una idea que recorre todos los rincones de la sierra.
El tendido que conectaría los megaproyectos
Miles alzan la mano.
Pueblos totonacos, masehual, mestizo, y visitantes.
Enfrente, en el escenario, observamos las sillas vacías de la Comisión Federal de Electricidad.
Con toda la experiencia de su lucha contra hoteles, cadenas comerciales, mineras e hidroeléctricas, la gente de Cuetzalan enfrentó en 2015 un nuevo megaproyecto que, sospechan, tejería todos los megaproyectos anteriores.
Esta vez enfrentaban a una corporación pública: la Comisión Federal de Electricidad. En la paraestatal decían que tenían una deuda con Cuetzalan desde los 80. Y propusieron ampliar la red eléctrica mediante un tendido de alta tensión. El Cotic hizo un estudio para ver la disponibilidad de energía y mostraron que el municipio no necesitaba del proyecto.
El 25 de octubre de 2016, los pueblos dieron la negativa a la empresa y no permitieron el cambio de uso de suelo. La empresa insistió, hubo una reunión álgida con el alcalde, quien atacaba a las organizaciones. Pero las autoridades comunitarias no aceptaron, pues debían consultar.
Decían que éramos enemigos del progreso en Cuetzalan.
El 19 de noviembre de 2016, con frío y viento, llevaron lonas frente al terreno diciendo que no estaban de acuerdo con la imposición de la subestación eléctrica y la línea de alta tensión. Se quedaron y ahí nació el Campamento de resistencia, un lugar que se convirtió en un espacio para construir los llamados proyectos de vida que ahora ocupan el centro de la lucha de las organizaciones.
Ahí nacieron talleres de energía alternativa, en particular de energía solar.
Celdas solares en el techo de la Cooperativa Tosepan. Fotografía: Rafael Sevilla Zapata.
En enero del 2017 llegó un citatorio de la Fiscalía General del Estado de Puebla para cuatro integrantes del Cotic, incluidas compañeras del Taselotsin y de la Tosepan. La CFE les acusaba de obstrucción a la vía pública. Resistieron y hasta la fecha la subestación y la línea de alta tensión no se han construido. Por su parte, las organizaciones ahora incluso cuestionan todo el modelo energético al comenzar a instalar sus propias celdas solares.
Vale la pena todo lo que hicimos, la lucha que enfrentamos, vale la pena la organización, todo el esfuerzo.
Miradas a la tierra
Son dos miradas diferentes, el uso y el abuso de la tierra.
Para nosotros es no separarse de ella, la otra es una relación comercial.
Hasta hoy, la tensión entre estas dos formas está.
Con estas frases plantea el dilema de la región una compañera de Ixtacamaxtitlán, municipio que cuenta con la mayor extensión de concesiones en su territorio.
Ixtacamaxtitlán es el segundo municipio más grande de Puebla. Se encuentra sobre un pueblo prehispánico que fue paso de Cortés hacia Tenochtitlan. Hay registro de su participación en la Independencia y en la lucha contra la intervención.
Pero su lucha más dura fue para obtener de vuelta la tierra.
Tecoltemi es un pueblo de Ixtacamaxtitlán destacado en la defensa de su territorio, pues interpuso un amparo histórico que cuestiona toda la Ley Minera. Fotografía: Rafael Sevilla Zapata.
Los más viejos del ejido de Tecoltemi pelearon la tierra a un cacique. Ganaron la tierra en los años setenta.
Un compañero de Tecoltemi insiste:
El ejido no cayó del cielo.
La minera canadiense ronda su municipio desde el inicio de este siglo.
En 2013, el habitante de Tecoltemi asistió a una reunión de los mineros en Zacatepec. Vio cómo habitantes del pueblo vecino, Tuligtic, protestaban. Pensó que podrían contactar a estudiantes del CESDER en Ixtacamaxtitlan y compartir información con ellos.
A veces les decían en los ejidos:
¿Y ustedes de qué partido vienen?
¿Por qué tanto interés?
Lo que hicieron fue no confrontar.
Nosotros asumimos una responsabilidad, tenemos familia, vivimos en la tierra y sentimos que hay un riesgo muy grande. Si se hace y sus nietos les preguntan: ¿supiste de esto? No van a poder decirles que no.
Hicieron de todo.
Caravanas entre el 2015 y el 2016, invitaciones a candidatos para debatir públicamente, talleres para planear sus amparos, elaboraron una inédita Evaluación de Impacto en Derechos Humanos, que tardaron dos años en documentar.
Pero la minera tenía capital social. Basta mirar su página de internet. Ofreció apoyos en escuelas. Comenzaron a dar dinero para fiestas patronales. Incorporó una antropóloga a su trabajo. Crearon un programa de desarrollo comunitario. Crearon una estrategia de medios y redes sociales y pagaron a medios para que visitaran la mina. Parece que cada paso dado por los pueblos era y es observado por la minera canadiense.
Así que en Ixtacamaxtitlán decidieron socializar su evaluación de impacto en el propio Canadá, donde organizaciones como Mining Watch Canadá les abrieron espacios. Luego enviaron cartas a los inversionistas de Almaden informándoles que el proyecto violaba derechos en México y que había litigios en curso.
Eso les dolió.
La Secretaría de Medio Ambiente rebotó la Manifestación de Impacto Ambiental de la Minera. Foto: Rafael Sevilla Zapata
El 25 de junio de 2019 las autoridades realizaron una reunión pública de información en el marco del Proceso de Evaluación de Impactos Ambientales de la mina. La reunión tuvo lugar en el pueblo de Santa María Sotoletepec. Ahí la empresa presentó su Manifestación de Impacto Ambiental y demostró con claridad su forma de operar, pues junto con caciques locales llevó acarreados hasta de otras entidades. En esa misma reunión académicos y núcleos organizados detallaron en doce ponencias los impactos ambientales y sociales que el proyecto de minería a cielo abierto acarrearía sobre los habitantes a lo largo de toda la cuenca del Río Apulco.
Cuentan los habitantes del pueblo una anécdota: durante la reunión, un señor acarreado de Veracruz escuchó los argumentos en contra, se quitó la gorra que le habían dado y dio la razón a los pobladores abiertamente.
No a la mina.
Beber de la lucha social
Aquí el que habla es el territorio, la vida.
Los cerros en donde nace la sierra en su lado sur, ahí donde cada mayo se sube a la cruz y para pedir la lluvia, están concesionados también a la minería. En apariencia es una región seca, pero alberga la codiciada cuenca Libres-Oriental, que fue una enorme laguna.
La cuenca ha enfrentado una serie de problemas ambientales en la última década. Sequía y alteración de los ciclos de lluvias; imposición de grandes granjas de cerdos Carrol, que dejan apestada el agua subterránea de la región; monocultivos de frutos como la zarzamora y la frambuesa de la empresa Driscolls; Iberdrola; una fábrica de armas; el acaparamiento del agua por la Audi; la persistencia de Almaden; el uso de cañones antigranizo, y posibles concesiones de fracking y litio, el llamado oro blanco.
Esta red de proyectos metropolitanos al sur de la Sierra, donde observamos los primeros cerros, tienen sentido por su ubicación estratégica: un punto clave para ir a las ciudades de Veracruz, Puebla y México.
Libres es entonces un punto de paso, junto con los municipios de Tepeyahualco, Ocotepec, Oriental. Ahí nació en 2014 el Movimiento Atzin No a la minería cuando circularon rumores desde Ixtacamaxtitlan sobre la amplitud de las concesiones mineras canadienses.
Comenzaron a buscar información y contactaron al Tiyat Tlali. En su primera asamblea, en la comunidad de La Cañada, la más afectada, juntaron 1500 personas y difundieron información. Retomaron la defensa del agua que bebe de la lucha social de 1985 a 1988, cuando los gobiernos intentaron entubar y trasladar el agua de la Cuenca a la capital del país. No pudieron entonces. Y hasta hoy, no han podido socavar los cerros. La población de Libres detuvo a la minera y la corrió. Hasta la fecha no se vende y no da permisos.
Con el cambio de contexto político en el país, y ante el avance de la pandemia, los pueblos serranos se replantearon ya diversos escenarios sobre el pasado y el porvenir de la “defensa de la vida”.
Un corazón que late más fuerte
Así definen al Tiyat Tlali en Libres. Las compañeras de Atzin piensan que su colectividad nació dentro del propio Consejo. Y lo agradecen.
Autoridades locales y pobladores firmaron en Libres un acta de defensa en 2020 muy parecida a la firmada por quienes defendieron el agua de esta cuenca en 1980. Foto: Rafael Sevilla Zapata.
Incluso con un contexto de pandemia, y en medio de las protestas contra las bombas antigranizo, desde Movimiento Atzin lograron abrir un cabildo municipal para declarar a Libres libre de minería en marzo de 2021. En plataformas electrónicas o casa por casa, recolectaron las firmas necesarias y ahora tienen una herramienta más para proteger sus cerros.
Imagina
Pareciera que la imaginación y la memoria se combinaran en esta sierra, y que cada que algún agravio se cierne sobre ella, algo se les ocurre, y terminan dándole la vuelta a la amenaza. Hasta hoy, a diez años de la creación del Tiyat Tlali, a diez años de esta etapa que podría nombrarse “la defensa de la vida”, ningún proyecto ha iniciado actividades de explotación. Es decir, ninguna empresa ha triunfado definitivamente.
En 10 años los encuentros y solidaridad con otras personas y organizaciones han sido de intercambio y reconocimiento.
Se conocen entre ellos, se recuerdan, se platican e intercambian sus luchas logrando una comunidad más amplia.
Las propuestas que apuestan por la vida estaban desde el comienzo, recuerda el compañero de Radio Tzinaca, esta idea vino de una señora de Olintla que la contraponía a las hidroeléctricas.
Durante la investigación para la escritura de este texto, en Cuetzalan, de visita en el Taselotsin, escuchamos una asamblea donde hablaban sobre el tema energético. Había gente de diversas partes del país. Esta es seguimiento de lo que se puede ver en el documental La energía de los pueblos de la colectiva La Sandía Digital, donde aparece la asamblea en la que la gente de la sierra decide cambiar la narrativa y dejar de centrar el foco en los llamados proyectos de muerte.
Cinco mil personas de 26 municipios aprobaron centrarse en los proyectos de vida.
Defendimos, ahora queremos decir para qué queremos vivir.
Así dice la compañera fundadora del Taselotsin y del Cotic.
Hay muchos proyectos de vida que se multiplican. Un ejemplo: en los pueblos de Tlatlauquitepec y Yaonahuac piensan aplicar algunas de las herramientas del Cotic para la protección de su territorio.
Desde el 2018 ya no es el mismo contexto en la sierra. Las órdenes de aprehensión quedaron sin materia por falta de pruebas. Algunos proyectos están en pausa, aunque no cancelados.
A mediados del 2021 las organizaciones integrantes tuvieron una reunión para pensar los 10 años del Consejo Tiyat Tlali. Algunos y algunas de ellos se plantearon la necesidad de sistematizar su historia.
Bordadora integrante de la organización Masehual Siuamej Mosenyolchicauani. Foto: Rafael Sevilla Zapata
Los análisis de fortalezas, habilidades, inteligencias, y la capacidad para construir su alternativa, resultaron en una lluvia de ideas que aquí colocamos.
Intercambio y reconocimiento.
Ayuda mutua.
Hermandad.
Redes.
Nos hemos conocido.
Credibilidad local y regional.
Fortalecer a las comunidades.
Es una esperanza pertenecer.
También hay retos. Desde las amenazas, la violencia del crimen organizado y las empresas, y en el hecho de que van dos años sin que los hombres y las mujeres de las organizaciones se puedan reunir en asamblea general. Así, las próximas megasambleas, además de mostrar el músculo de 10 años de defensa, también tendrán el reto de pensar las esperanzas de los siguientes años. Eso no lo diremos acá. Quizás no todo debe ser contado, los ojos de las mineras están atentos para capturar discursos. Finalmente, lo que resta de esta historia se irá contando con los hechos en la tierra.
Epílogo de Tecoltemi
Durante la escritura de este texto, el pueblo de Tecoltemi en Ixtacamaxtitlán ganó una sentencia histórica que podría dejar precedentes para las comunidades que enfrentan imposiciones mineras. El miércoles 16 de febrero del 2022, la Suprema Corte de Justicia reconoció la violación a sus derechos a la consulta y consentimiento como pueblo indígena al respecto de la imposición de las concesiones canadienses en su territorio.
En IMDEC relatan que la importancia del amparo radica en que un pueblo nahua demandó a la propia Secretaría de Economía, al congreso y a la propia presidencia por la promulgación de la Ley Minera en 1992.
El comunicado emitido a propósito por Fundar, los pueblos de Ixtacamaxtitlán y el Tiyat Tlali, dice que a pesar de que la corte canceló las concesiones, decidió no reconocieron que el contenido de la mencionada ley “viola el derecho a la tierra y al territorio de los pueblos indígenas”. Es decir, evitó tocar el tema de fondo.
Sin embargo, el amparo de Tecoltemi, cuestiona ya todo el modelo y las leyes que dan fundamento a la extracción neoliberal.
Así lo piensa un compañero de Tecoltemi que insiste en pensar su futuro en la tenacidad de las comunidades serranas.
No queremos quedarnos en la agenda de la minera. La lucha no es sólo porque no haya una minera, sino por defender un modo de vivir aquí.
Así, si este compañero pudiera nombrar el efecto que ha tenido la presencia por tantos años de pueblos y organizaciones en esta tierra, diría una palabra:
Dignificación.
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Al-Dabi Olvera es maestro en Letras Modernas por la Universidad Iberoamericana y doctorante de la misma disciplina, también en la UIA. Desde hace doce años es cronista y periodista de levantamientos, organizaciones sociales y prácticas urbanas liminales. Ha publicado en diversos medios a nivel nacional. Desarrolla proyectos estéticos para plantear la posibilidad de una lectura crítica de la ciudad, a contrapelo de la construcción del poder y la Historia de México.
Rafael Sevilla Zapata ha explorado desde la fotografía diferentes escenarios de la vida social y cultural de Puebla en particular, pero también en las diferentes geografías de México; desde hace más de treinta años, concentra su mirada en comunidades mixtecas, totonacas y nahuas, haciendo de la imagen la crónica de una investigación etnográfica incansable. Ha colaborado en medios impresos y digitales; además de acompañar iniciativas de comunicación comunitaria.